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El turismo en el banquillo de los acusados

Una serie de actos, entre vandálicos y simbólicos, impulsan una ola de turismofobia en España. Sin embargo, la cuestión es global y pone a discusión la eterna letanía de beneficios hasta ahora indiscutidos de la actividad turística. ¿Es necesario un debate, y repensar nuevamente el turismo de modo integral?

Quizás podría haber quedado en lo anecdótico, en lo menor. Pero sospecho que como cierta parte del planteo, sólo hablando de ideas y no de hechos, tiene asidero, el tema caló hondo. Y lo demuestra el hecho de que el propio primer ministro español, Mariano Rajoy, se refiriera a los ataques turismofóbicos de las últimas semanas. Presente en un acto homenaje de la cadena Hotusa, en Chandata, el funcionario afirmó: «Nunca creí que tendría que defender al sector turístico español». «Es la principal industria de nuestro país», dijo Rajoy y recordó que al cabo del primer semestre del año, la actividad le dejó al país unos €37 mil millones. «Somos el tercer país del mundo en número de turistas y lo somos porque ofrecemos cultura, bienestar, infraestructuras y seguridad. Y eso habla muy bien de España y de los españoles», dijo Rajoy. Sin embargo allí comienza a despuntar el conflicto. El premier español habla de lo que España le ofrece a los visitantes pero el conflicto no está ahí, eso no está en duda. Lo que está puesto en entredicho es qué le pasa al español con el turista en su propia casa. Rajoy continuó con argumentos bien conocidos en la industria: «El turismo es fuente de riqueza, de empleo y de prosperidad, y atacarlo como hacen algunos es un sinsentido y un disparate». «Daña la imagen de Espala, conduce a menos empleo y menos riqueza y no ofrece ninguna alternativa sensata», agregó el premier español. Y concluyó: «Y todo esos efectos negativos solo pueden quererlos gente muy radicalizada que se siente más cómoda en las malas noticias, la pobreza y el aislamiento».

¿Qué sucedió?

En realidad no parece haber un punto de partida a la turismofobia, sí lo hay de la más reciente ola de hechos vandálicos. El pasado 22 de julio, militantes del grupo político mallorquín Arran, ligado a la izquierda, irrumpieron en el puerto Moll Vell de Palma, asaltaron un restaurante y atacaron varios barcos anclados en el muelle. En sus redes aparecieron las consignas antiturismo: «Aturem el turisme massiu que destrueix Mallorca, que condemna la classe treballadora dels Països Catalans a la misèria!» (Paremos el turismo masivo que destruye Mallorca, que condena la clase trabajadora de los Países Catalanes a la miseria!). En una serie de tuits, Arran plantea y explica:»Hacemos accionesmediáticas para poner el debate sobre la mesa, porque el turismoexplota y nada ha cambiado». Y agrega: «Trabajos precarios, desplazamiento de los vecinos, carreteras saturadas, tiendas de barrio que cierran y abren otras destinadas a los turistas. ¿Qué joven puede emanciparse ahora mismo con un sueldo de trabajo turístico? ¿Qué estabilidad podemos tener?».

En realidad no parece haber un punto de partida a la turismofobia, sí lo hay de la más reciente ola de hechos vandálicos. El pasado 22 de julio, militantes del grupo político mallorquín Arran, ligado a la izquierda, irrumpieron en el puerto Moll Vell de Palma, asaltaron un restaurante y atacaron varios barcos anclados en el muelle. En sus redes aparecieron las consignas antiturismo: «Aturem el turisme massiu que destrueix Mallorca, que condemna la classe treballadora dels Països Catalans a la misèria!» (Paremos el turismo masivo que destruye Mallorca, que condena la clase trabajadora de los Países Catalanes a la miseria!). En una serie de tuits, Arran plantea y explica:»Hacemos accionesmediáticas para poner el debate sobre la mesa, porque el turismoexplota y nada ha cambiado». Y agrega: «Trabajos precarios, desplazamiento de los vecinos, carreteras saturadas, tiendas de barrio que cierran y abren otras destinadas a los turistas. ¿Qué joven puede emanciparse ahora mismo con un sueldo de trabajo turístico? ¿Qué estabilidad podemos tener?».

Ese mismo día, a centenares de kilómetros de distancia, la Agencia Vasca de Turismo (Basquetour) apareció con pintadas rojas en su fachada y frases convocando a una próxima marcha para el 17 de agosto para protestar contra el turismo. La organización Ernai asumió la autoría del ataque y ha lanzado en simultáneo una serie de

mensajes en sus redes sociales donde califican al ente oficial Basquetour como «la agencia vasca de la precariedad».

La protesta antiturística tiene acaso un costado más amable, encarnado por el colectivo de vecinos llamado «Ciutat per a qui l’ habita no per a qui la visita» (Ciudad para el que la habita, no para el que la visita). La entidad ha organizado ya un par de «vermuts», suerte de actos en espacios públicos donde el tema de la invasión del turismo masivo se discute, se pone a debate.

Una cuestión global.

La invasión de turistas en determinados destinos o el turismo masivo es una problemática no sólo en España. Allí sólo se ha producido el último estallido del problema, el más reciente. Pero otros destinos sufren lo mismo. Venecia, por ejemplo, vio reducida su población y hoy, con 60 mil visitantes diarios registra más turistas que residentes, que sólo llegan a 55 mil, según el censo de 2016. La ciudad ha ido desplazando a sus habitantes y sus casas de residentes se han convertido paulatinamente en hoteles. Venecia toda avanza a convertirse en una gran ciudad-hotel. El tema no es menor, antes delboom turístico de la ciudad, la población alcanzaba los 175 mil vecinos. En Roma y desde hace un tiempo, la alcaldesa Virginia Raggi aboga por limitar el acceso de visitantes a los atractivos turísticos de la ciudad. En concreto, la medida es impedir que al menos los 30 mil viajeros que diariamente visitan la Fontana di Trevi, se detengan ante ella.

El pasado 1° de julio entraron en vigor nuevas reglas para visitar las ruinas de Machu Picchu: se establecen dos franjas horarias de visita (de 6 a 12 del mediodía y de 12 a 17.30), se puede ingresar al predio sin guía y cada uno de ellos puede conducir un grupo máximo de 20 personas, la entrada da derechos a permanecer sólo 4 horas y en ese período se puede salir y reingresar una sola vez, los ciudadanos del departamento de Cusco solo podrán ingresar gratuitamente sólo los domingos, y está terminantemente prohibido ingresar con palos para tomar selfies, alimentos, bebidas, paraguas, sombrillas, animales, zapatos de tacón, instrumentos musicales y cochecitos de bebé.

La Unesco declaró a Machu Picchu como Patrimonio de la Humanidad en 1983. Para 1991, sólo 77.295 personas visitaron la ciudadela; pero para 2007, año en que se incluyó a las ruinas dentro de las «Nuevas 7

Maravillas del Mundo Moderno», los visitantes ya habían trepado a 800 mil. El año pasado, los visitantes llegaron 1.419.507 y la Unesco amenazó con incluir a Machu Picchu en la lista de Patrimonios de la Humanidad en riesgo.

El debate está servido.

Obviamente, el debate está servido porque más allá de las voces que instintivamente se levantaron defendiendo irreflexivamente a la actividad turística, no son pocos los que recogieron el guante y aceptan que algo hay que analizar y discutir, que no todas son rosas. De hecho, se armó una suerte de polémica política en Mallorca con la reciente aprobación de una ley de alquileres turísticos. El tema tiene aristas que no vienen a cuento pero sí condujo a que Biel Barceló, vicepresidente de Barceló y Consejero Turístico del Govern Balear, admitiera: «El verano balear no admite más turismo. Si no poníamos límites inmediatos se nos iba a ir más de las manos». La ley incluye un límite máximo de plazas hoteleras, lo que supone congelar al menos momentáneamente las autorizaciones para construir nuevos hoteles. En concreto, Mallorca tiene hoy 453.707 plazas, 294.163 de ellas enhoteles, 92.931 en casas vacacionales y otras 5.964 en trámite.

En paralelo, otra noticia del gobierno balear indica que invertirá casi €100 millones en innovación en busca de la diversificación económica. Parece una verdad de Perogrullo, las manifestaciones turismofóbicas no parecen estar en contra del turismo, sino de ESTE turismo. Algunos de los reclamos de Arran tienen más que ver con la forma que con el fondo, es decir, lo que está en entredicho es el modelo de turismo. Un turismo de masas que no está funcionando a la hora de entregar valor al habitante. El planteo interesante es si puede haber OTRO turismo o si este mismo turismo puede corregir los desvíos y aspectos negativos que se le endilgan.

En tal sentido es interesante una columna de opinión que lleva la firma de Raúl Solís Galván, en El Diario, de España y que se titula: «Turismofobia, tu padre». En el texto se afirma: «Si denuncias que hay camareros cobrando € 700 al mes por 12 horas de trabajo diarias de las que solo están dado de alta cuatro, odias al turismo; si denuncias que hay camareras de piso que acuden empastilladas a trabajar para poder limpiar 20 habitaciones diarias a € 1,5 cada una, es que odias al turismo». «Si denuncias que tu alquiler ha pasado de € 500 al mes a €900, porque al casero le es más rentable alquilar la vivienda ilegalmente por días que por meses de manera legal, es que odias al turismo; si denuncias que estás harto de no poder salir de tu casa porque las manadas de turistas en fila india tienen bloqueado el portalde tu casa, es que odias al turismo», continúa el autor. «Si denuncias que los beneficios del turismo, sector que no ha conocido la crisis y que aumenta anualmente sus beneficios en más de dos dígitos, se tienen que repartir de manera equilibrada entre trabajadores, empresarios y ciudades turísticas, es que odias al turismo», continúa Solís Galván. «Los que lo odian todo menos su deseo de acumular beneficios a costa de explotar recursos naturales, históricos y humanos, han encontrado en la ‘ turismofobia’ su palabra clave para no abrir un debate sereno y serio del que no podrán salir bien parados y que podría poner freno a su ansia desmedida por la acumulación de beneficios», afirma el autor.

¿De esto se trata entonces? ¿De cómo está planteado el turismo, de su masividad? Siempre se dijo que el turismo era generador de riquezas, ¿la discusión es cómo se la reparte?

Hace muchos años entrevisté a Alejandro Jorge como máximo responsable que era del Turismo en la Ciudad de Buenos Aires. El funcionario me dijo que no existe mejora para el turismo que no termine beneficiando al ciudadano. Si se invierte en infraestructura, en seguridad y demás, pensando en el turista, se terminará beneficiando también al habitante. Evidentemente, entre aquella afirmación, aquel axioma, y esta realidad algo ha sucedido, algo ha cambiado, algo debe ser revisado.

Fuente: Ladevi
15/08/2017