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Aventura todo terreno por el Camino de los Caracoles

Dentro de la Reserva Natural Villavicencio uno puede admirar la naturaleza mientras disfruta de una excursión 4×4 y un trekking por minas abandonadas.

 

A 48 kilómetros Mendoza capital se encuentra la Reserva Natural Villavicencio, un área natural protegida de 72.000 ha y que comprende tres tipos de ambiente: monte, cardonal y puna. Se creó en el 2000 como una reserva privada y desde entonces ha sido clave para la conservación de las especies de la zona. La mejor forma de apreciar toda su belleza es recorriendo el Camino de los Caracoles. Su nombre se debe a que este tramo —parte de la Ruta Provincial 52 que une Mendoza con Uspallata— asciende por los cerros con un trazo de curvas y contracurvas que van bordeando imponentes desfiladeros y paredes de piedra.

 

Se puede realizar con un vehículo particular, pero para sumar emoción al viaje y de paso apreciar la riqueza natural de la zona, lo mejor es contratar el servicio que ofrecen algunas empresas en vehículos 4×4: muy recomendables para apreciar mejor toda la belleza del paisaje. 

 

Es una experiencia todo terreno en la que nos movemos con unos vehículos únicos en su tipo, una efectiva cruza entre colectivo y camión 4×4, que a una velocidad promedio de 25 km/h surca las dificultades del terreno en ascenso, mientras nos brinda el tiempo suficiente para apreciar el hermoso paisaje que se descubre a nuestro alrededor a medida que avanzamos. Lo mejor es que arriba de cada asiento hay una escotilla que se puede abrir para que el visitante viaje parado y con la mitad del cuerpo asomada por encima del techo; si el guía lo permite, también se puede ir sentado arriba del camión, gracias a que el techo cuenta con una baranda de seguridad. Estas características, sumadas a los cinco metros de altura del vehículo, brindan una perspectiva mucho más interesante sobre el Camino de los Caracoles.

 

Curvas para admirar

El ascenso por la estrecha ruta de tierra y el devenir de las curvas sobre los desfiladeros otorgan una buena pizca de adrenalina y emoción. A ello se suma el lento avanzar que nos permite apreciar en detalle las montañas, el sinuoso trazado de la ruta, el Hotel Villavicencio, rodeado por un frondoso bosque, y a lo lejos la estancia Las Higueras, donde el General San Martín se alojó durante su marcha hacia el paso de Los Patos. 

 

La fauna es una gran protagonista aquí. En la reserva viven 56 clases de mamíferos, de los que el guanaco es el más visto, aunque también se pueden ver con regularidad zorros, liebres, cuises, armadillos, hurones, ñandúes y, si tenemos mucha suerte, hasta algún puma. Las aves también están presentes con un total de 176 especies. Se puede apreciar el vuelo de cóndores, águilas, aguiluchos, halcones peregrinos y hasta bandurritas, un pequeño pájaro cuyo canto es una alarma natural que anuncia la presencia de depredadores en la zona.

Es un recorrido de 23,5 kilómetros, tras lo cual el camión abandona la RP 52 para entrar en el sector de los Paramillos.

 

Aquí el motor se detiene y todos se bajan para empezar un pequeño trekking de 1,8 km hacia Manto de Cobre, unas antiguas minas que datan de finales del siglo XIX. En el camino podremos apreciar más tropillas de guanacos, mientras que en la boca de las cuevas nos encontraremos con algún búho y varios chinchillones, una curiosa liebre con cola de ardilla que salta por las paredes de piedra como si hiciera parkour. 

 

La mina se destaca por la altura de los faldones de roca previos a la entrada y que evidencian la magnitud de la rudimentaria excavación, que se realizó de arriba hacia abajo. La oscura cueva sorprende por la altura del techo, mientras que en las paredes todavía se pueden apreciar restos de cobre, roca volcánica y cristales de cuarzo. El recorrido continúa hacia una segunda excavación de menor tamaño y similares características.

El paseo termina con un corto ascenso hacia uno de los puntos más altos de la zona. Allí la consigna es sentarse, hacer silencio, escuchar el susurro del viento y entregarse a la imponencia del paisaje. Es el límite austral de la Puna argentina, un balcón natural desde el que se puede apreciar la cara este del Aconcagua, el glaciar de los Polacos y la Cordillera Frontal.

Al volver del Camino de los Caracoles no hay que olvidarse de visitar el hotel Villavicencio, que seguramente todos hemos visto más de una vez en la etiqueta de la botella de agua mineral. Considerado Patrimonio Histórico Nacional, el complejo abrió sus puertas en 1940 y estuvo funcionando hasta 1978. Actualmente uno puede recorrer el exterior del edificio, que cuenta con la fachada totalmente renovada, y caminar por los jardines diseñados por Carlos Thays hijo, que rebosan de árboles, estanques y canales artificiales.

 

Fuente: Weekend, por Juan José Lanusse