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Aventuras en el Parque Sierra Pintada

Parque Sierra Pintada

A sólo 25 kilómetros de la ciudad de San Rafael, conviven animales autóctonos y exóticos. Hay guanacos, búfalos y jabalíes, entre otras especies. Un lugar para admirar y respetar

Guanacos, ciervos colorados, búfalos de la India, llamas y jabalíes conviven en un espectacular entorno de montaña y llanura. Y no les falta nada. Se alimentan con los pastos que crecen en el campo o comen maíz de silos distribuidos estratégicamente. Si no les alcanza el agua cristalina que nace de vertientes, beben en los embalses artificiales.

Es difícil imaginar un lugar así sobre la geografía de Mendoza, pero existe y está a muy pocos kilómetros de la ciudad de San Rafael (25), a la vera de la ruta nacional 144.

El parque Sierra Pintada, así se llaman esas cinco mil hectáreas de reserva natural protegida, hoy está habitado por distintas especies de animales autóctonos que casi se habían extinguido en la zona, o estaban en situación de extrema vulnerabilidad, por la cercanía con centros poblados y la depredación de los cazadores furtivos.

El lugar es tan extenso, que a la fauna nativa no le molesta codearse con los animales exóticos importados de tierras lejanas. Tanto unos como otros se sienten como en su casa porque la gente del Parque adaptó el hábitat de acuerdo con las costumbres de cada especie. Así, construyeron enormes aguadas para los búfalos de la India, a los que les gusta revolcarse en el barro, y colocaron paraderos de madera a unos dos metros de altura para descanso de las aves.

Acostumbrar a los animales al nuevo ambiente no fue tarea fácil: tuvieron que emplear diferentes métodos para evitarles el estrés del cambio. Del camión que los llevó a la reserva pasaron directamente a un corral (de 150 metros por 70) donde permanecieron entre 3 y 15 días, según la especie y el lugar de origen, hasta habituarlos tanto al nuevo clima, como al agua y el alimento.

Uno de los procedimientos para sociabilizarlos fue establecerles horarios de comida, atrayéndolos con granos de maíz. También los están adaptando a la presencia humana. Los guanacos son un ejemplo de lo que han logrado: ellos observan cualquier movimiento desde lejos y se van acercando lentamente hasta comprobar que no hay peligro.

La fauna está tan libre como segura, 60 kilómetros de alambrado de 2 metros de alto la resguardan de animales y hombres. Otra tarea fue desterrar a los pumas, que mataban liebres y cabras, y a los zorros, cuyo menú favorito es el huevo de avestruz. El problema es que este plumífero de largas y fuertes patas es muy temeroso y cuando detecta un zorro en las cercanías abandona definitivamente el nido.

La naturaleza fue muy generosa con Sierra Pintada y utilizó toda su diversidad para dibujar el paisaje. Los pies pueden hundirse en las dunas de arena volcánica o mojarse en los hilos de agua de vertiente que se escurren entre las piedras y arbustos. También es posible caminar entre montes bajos o por la escarpada zona montañosa.

La vegetación merece un capítulo aparte: las blancas flores de cactus que se abren al cielo contrastan con la aridez de las plantas de jarilla, chañar, cortadera y algarrobo.

La reserva Parque Sierra Pintada admite excursiones organizadas en vehículos 4×4, donde se extreman los cuidados para mantener y conservar la fauna y flora. Sólo se permite el recorrido acompañado por expertos guías. La consigna será “mirar sin tocar”. Nada ha quedado librado al azar, técnicos del Cricyt trabajaron duramente en el lugar para establecer un plan de manejo de la reserva.

Por supuesto que la vivencia con ese paraíso requiere de algunos sacrificios. Si bien durante un recorrido a campo abierto puede encontrarse fácilmente con guanacos, llamas, avestruces, liebres criollas o aves autóctonas, es bastante más difícil ver búfalos de la India, ciervos axi (el famoso Bambi) o chanchos jabalí. Sólo hace falta paciencia. El avistaje de animales se realizará desde apostaderos especialmente construidos en la montaña, frente a los embalses donde se acercan a beber. En silencio, es la primera condición, ya que hasta el ruido que hace un papel cuando se arruga aleja a los ciervos.

Levantar la vista hacia el cielo también puede deparar más de una sorpresa. Por ejemplo, descubrir a nuestro cóndor cordillerano volando elegantemente entre las nubes. Mientras que desde el cerro Colorado, como si fuera una postal, se divisa imponente una panorámica de San Rafael.

 

Si querés recorrer el parque a bordo de un jeep o cabalgando o en mountain bike, avistando animales y trepando por caminos aún inexplorados, consultános aquí, tenemos la propuesta justa para vos.

 

 

Fuente: Los Andes, Teresita Sancho