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Cruce de los Andes en dos ruedas

Los Andes en bici

Un recorrido por las rutas de Los Andes en bicicleta. Amantes de la naturaleza y la aventura nos subimos a este medio de transporte para conocer y sentir los lugares visitados de una manera única.

Lo cierto es que no llegamos en las mejores condiciones físicas, y sin embargo no hubo motivos para asustarse, porque no enfrentamos una competencia, sino que tenemos sangre de viajeros; y es que un viajero va en busca de fotos con historias y de su propio relato… locura la de aquel que compite con la naturaleza.

Cuantas veces uno ha cruzado la cordillera, y quedó maravillado ante imponentes paisajes, nosotros decidimos hacerlo en bicicleta y queremos compartirlo con ustedes…

Nuestro viaje arranca pedal a pedal en la ruta 52, que une Villavicencio con Uspallata, somos viejos amigos, ella nos vio nacer, y aunque nos vio caer, ella te dirá que nos vio levantarnos. Será que guarda rencor por el olvido… me contó que por ella pasó parte del ejército libertador del Gral. Don José de San Martín, y que supo sangrar oro y plata, inclusive fue paso obligado para turistas que buscaban cruzar la cordillera, hoy está expectante a que nuevas generaciones la consagren.

Mientras bajamos al Valle de Uspallata sabemos que nos espera una tormenta será momento de atravesar la ciudad hasta cruzar el hermoso Río Uspallata, el corazón de un pueblo al que vio crecer, para luego armar campamento y descansar.

Febo asoma y es momento de continuar, entonces logramos empalmar con la ruta 7, ahora es todo nuevo para nosotros. Dejando atrás el Valle de Uspallata llegan las emociones de admiración y libertad a medida que nos abrimos camino entre medio de imponentes montañas, las que en algún momento sintieron la fuerza del río Mendoza, río que tan parecido a nosotros por su espíritu viajero es, y a la vez tan distinto porque donde no hay camino hace camino al andar, millones de años tardó en levantar esas paredes que ya son parte de la inmensidad.

Siento que vamos a ser buenos amigos le digo a la siete, y sabe responderme con hermosos paisajes como el arroyo Tambillito, pero llegado el momento de pasar por el primer túnel antes de Polvaredas, pensé que la ruta dejaba nuestra amistad de lado, si bien cuando uno transita el túnel lo invade el miedo, una vez que se alcanza a ver la luz creo que estás ante la mejor postal.

Atrás quedó Polvaredas y frente a nosotros Punta de Vacas, donde el viento quiere marcar su impronta, como un adolescente y que solamente se hace sentir pasado el mediodía lamentablemente para nosotros, insolente el viento no se da cuenta que a nuestra derecha está el Parque Provincial Aconcagua, y de pie se asoma por vez primera el Gran Aconcagua.

Sin tregua por parte del viento decidimos salir al encuentro de Penitentes, empresa que nos demandó mucho esfuerzo ya que el sol no quiso perder protagonismo. Técnicamente la etapa no presentó grandes obstáculos pero son varios los factores que la hicieron complicada.

Estamos en Penitentes y sorprende el valle donde está enclavada la villa, de un lado las pistas de esqui y frente a ellas, colosales montañas despegan en altura junto la ruta y dejan la sensación de un acantilado marino, imagino las Fosas de las Marianas, el punto más profundo de la tierra ubicado en el Océano Pacífico. En nuestro paso por Penitentes descubrimos que la villa es custodiada por el Gran Aconcagua, dominante deja ver su lado indómito… es su pared sur y el glaciar de los polacos. Fue en Penitentes donde mejor apreciamos a la montaña de montañas.

Sobra el tiempo para tomar una buena media tarde y pasar la noche en medio de la villa, que, para no perder la costumbre, nos deleita con un espectáculo de estrellas. Amanece en la ruta y aprovechamos la tregua que hace el sol y el viento con la mañana para tener una parada obligada antes del Puente del Inca, llegábamos al Cementerio de los Andinistas. Luego con admiración por los andinistas arribamos al Puente del Inca, referencia histórica que junto con el tren convirtieron un lugar termal en un complejo turístico hace mucho tiempo atrás. Al igual que Villavicencio fueron enclaves que supieron ser centros de vacaciones para la alta sociedad, que no podía vacacionar en Europa por las sucesivas guerras del siglo XX. Definitivamente es una postal increíble, con interesantes conceptos sobre el porqué de sus aguas termales.

Camino a Las Cuevas el viaje muestra su parte técnica más complicada, y que solamente se puede sortear pedal a pedal. Se requiere de máxima concentración para trepar sin que el viento te quite de la ruta, además de nervios de acero porque, delante nuestro teníamos el último y más largo de los túneles antes del túnel Cristo Redentor. Cruzamos la boca del túnel, para luego ir pedaleando en la oscuridad total, eso era adrenalina pura, ni hablar cuando pensás que te podes encontrar con un camión dentro del túnel.

Atravesado el túnel se luce la villa de Las Cuevas a los pies del impresionante Valle de los Horcones… entonces, hago una nota mental… ¿qué son los Horcones?

Son variadas las acepciones que encontré, por lo que no me atrevo a elegir un significado, es por eso que les dejo el interrogante…

Dejando atrás Las Cuevas avizoramos el símbolo de nuestra proeza, es el túnel internacional Cristo Redentor, de este lado Argentina, del otro lado Chile, y aunque no alcancemos a observarlo sabemos que muy por encima de aquel está siendo testigo el centinela de la paz, es el Cristo Redentor, símbolo de nuestra próxima proeza. Las emociones se convocan en el instante mismo que ingresamos al túnel a bordo del vehículo que para el propósito nos subieron.

El resto hubiera sido un trámite, pero el sol abrasador hizo del descenso chileno un insoportable paseo, un condimento más para destacar y valorizar la gesta. Quisimos cruzar la Cordillera de Los Andes, algo que para nosotros tiene un significado especial, y es que en nuestra mente aflora el orgullo por el ejercito del Gral. Don José de San Martín, con éxito lo logramos, de hecho perseguimos el relato con nuestro gusto por el viaje, haciendo noches en carpa, y enfrentando esfuerzos. No nos lo contaron, lo vivimos.

La experiencia del Cruce a Chile en números

2 hermanos. 2 bicicletas. 213 kilómetros. Subidas hasta los 3180 msnm. 2 países. 3 días de pedaleo sólo impulsados por nuestras piernas y nuestras convicciones.

Si estás interesado en vivir una experiencia así, no lo penses más, comunícate ya con nosotros y podrás empezar ya a vivir tu aventura.

Fuente: En dos ruedas por Los Andes, Carlos Giusepponi