Nuestros hermanos sanjuaninos deberían iniciar el camino que los mendocinos ya recorrimos, exigiendo que no se radiquen más proyectos mineros con Cianuro en todo el territorio provincial y, que se vayan de vuelta los que fueron autorizados por amiguismo y corrupción, porque nada justifica arruinar para siempre nuestros delicados ecosistemas, hoy en grave emergencia por el Cambio Climático.
El derrame de millones de litros de agua con CIANURO en el Norte de San Juan, no es un caso aislado, excepcional, sino que los derrames con CIANURO, son algo habitual y ocurre en todo el mundo desde hace 30 años, cuando las grandes empresas de oro del planeta, se abalanzaron sobre los territorios que aún tenían algo de oro, para obtenerlo mediante el proceso de Lixiviación con CIANURO.
Recordemos que ya no queda oro en vetas en la corteza terrestre y, dado que la crisis financiera internacional hace que el oro siga siendo buscado como refugio, hay yacimientos con oro diseminado, de incluso menos de un gramo por tonelada, que son rentables a través del proceso de lixiviación con CIANURO, proceso que permite recuperar hasta el 97% del oro contenido en la roca.
Por supuesto, estos procesos se llevan adelante haciendo caso omiso al hecho de que el CIANURO es uno de los venenos más potentes y puede acarrear daños irreparables al medio ambiente y sus efectos sobre la salud pueden durar meses o años.
Por eso, en el año 2010, el Parlamento Europeo dictó la Norma P7 TA 0145, proponiendo prohibir el CIANURO en la Minería Europea y recomendando que los Estados miembros no respaldaran proyectos con CIANURO en terceros países, pues el CIANURO provoca enormes daños ecológicos que no son reparados por las empresas que los produjeron, sino por los Estados correspondientes, es decir, en última instancia, por los contribuyentes.
Hoy se pueden rastrear por Internet todos, pero todos los accidentes ocurridos en minas con CIANURO, empezando con la mina de oro Zortman-Landusky, en Montana, Estados Unidos, en donde desde 1979 los continuos derrames del compuesto cianurado produjeron efectos devastadores sobre el agua de la zona y, tras la quiebra de la compañía minera, tanto el Estado de Montana, como el Departamento de Interior de los Estados Unidos le iniciaron un proceso judicial para conseguir el tratamiento de la contaminación del agua.
O en la mina de oro Summitville, en Colorado, Estados Unidos, con derrames de cianuro desde 1986, que produjeron graves problemas ambientales en más de 27 kilómetros del río Alamosa, que abastece al Valle de San Luis.
O la mina de oro McCoy en Nevada, Estados Unidos, que en 1989 y 1990 arrojó cuatro toneladas de cianuro al medio.
O la mina de oro Brewer, en Carolina del Sur, Estados Unidos, que en 1990 tras un período de lluvias intensas, más de 40 millones de litros de solución cianurada, además de toneladas de sedimentos muy contaminados llegaron al arroyo Little Fork y al río Lynces y los costos de la remediación tuvieron que ser asumidos por el Gobierno federal, es decir los contribuyentes, pero a pesar del esfuerzo, todavía hoy, ese sitio sigue siendo uno de los lugares más contaminados de los Estados Unidos.
Hubo derrames en Omai, Guyana en 1995; Northparkes, en Nueva Gales del Sur, Australia, también en 1995. Kumtor, en Kyrgyzstan, en 1998. Santa Rosa, en El Corozal, Panamá, también en 1998.
O el grave accidente de la mina de oro de Curul, en Rumania, que en el año 2000 dejó sin agua potable a más de dos millones y medio de personas y ha sido considerado como la peor catástrofe ambiental en Europa, después de Chernóbil.
O en Greenstone, Nicaragua, que en el 2003 produjo un vertido de cianuro en al río Bambina y fallecieron doce personas envenenadas al consumir el agua del río.
Y sigue la lista de derrames: San Andrés, Honduras en 2003; Phu Bia, Laos, en 2005; Zamboanga, Filipinas en 2007; North Mara, Tanzania, en 2009; Arasi de Puno, Perú, en el 2010 y Mulatos, México, en el 2013, demuestrando que los accidentes gravísimos por el uso del CIANURO, más que la excepción son la regla y, en Veladero, pasó lo que en algún momento tenía que pasar.
Ahora vendrán los estudios y las investigaciones, pero la contaminación latente por el CIANURO y los metales pesados, que en el futuro llegarán a los valles sanjuaninos, son un pasivo que San Juan debe asumir.
Pero, como siempre decimos, no se conformen con nuestras opiniones y entren a cualquier buscador como el Google y escriban: Norma P7 TA 0145.
Más de 30 mil páginas, con sólidos fundamentos, para entender porqué decimos lo que decimos.
Fuente: Ing. Alberto Lucero