Una experiencia sensorial para disfrutar y experimentar sabores entre viñedos inmersos en paisajes custodiados por el Cordón del Plata y sus picos nevados.
Qué magia tiene el vino que, desde tiempos remotos, fue fuente de inspiración de poetas, músicos, filósofos y artistas? Hicimos un viaje a lo más profundo de los sentidos. Cerramos los ojos y percibimos hasta el más mínimo detalle en el paladar. Registramos cada sensación, la textura, el aroma, el color…
Así como se degusta cada trago de un buen vino, a través del enoturismo se vive un recorrido por una Mendoza que despierta los sentidos. Una experiencia slow, tranquila, al ritmo adecuado para disfrutar al máximo de cada detalle. Los viñedos se despliegan en un paisaje a pleno sol y cada bodega se preocupa por sorprender con algo diferente a los visitantes.
Un verde pentagrama de vides traza sus líneas casi hasta perderse de vista. Los racimos están cargados y teñidos de un color intenso. Mientras tanto, la actividad en las bodegas es intensa. Sin embargo, las noches son especiales para tomar unos vinos bajo las estrellas y las guirnaldas de luces que iluminan la larga mesa en El Enemigo. Adentro, los vidrios de colores brindan una magia especial, plena de reflejos. Una mística inspirada en La Divina Comedia rodea el ambiente. Allí, la extensa procesión de copas espera su maridaje perfecto en cada uno de los pasos de la comida.
Degustaciones a la medida
Esta experiencia es un común denominador en varias bodegas. Cada cheff prepara esmerados platos para acompañar los vinos, en una sutileza de sabores que nos harán soñar, que nos transportarán a mágicos mundos de placer. En Monteviejo, para la cheff Nadia Haron, la mesa es un lienzo en blanco en el que pinta con arte cada detalle. Por eso, la prefiere absolutamente despojada.
En la Casa del Visitante, de la Familia Zuccardi, se puede comer bajo una inmensa parra o en los salones cuidadosamente decorados.
Bajo la sombra de un árbol, muy cerca de la huerta orgánica, varias bicicletas nos estaban esperando para hacer un recorrido por las plantaciones de olivares de Zuccardi. El recorrido está pensado para pasar el día, ya que incluye desayuno y almuerzo. Hay dos restaurantes, Casa del Visitante y Pan y Oliva.
Entre las actividades, se puede cosechar el propio aceite, participar de la recolección de la uva o de la poda. También ofrecen clases de cocina para grandes y chicos; cursos de degustación de vino y de aceite de oliva. Con esta propuesta, la bodega recibe unos 30 mil turistas al año.
En la zona de Luján de Cuyo, en la bodega Renacer, también se puede pasar el día disfrutando a la sombra de los inmensos sauces que mojan sus largas cabelleras en un lago con peces y patos. Luego de un almuerzo de seis pasos, con degustación de vinos incluida…el lugar invita a quedarse y relajarse.
Enmarcada por edificios históricos, Trapiche también hace gala de su gastronomía. Uno de los postres es muy especial: se trata de un pequeño racimo de uvas muy heladas, que se deshacen en la boca como una espuma, mientras que la hoja de parra en la que se encontraba asentado cruje en el paladar como un papiro dulce. Hay una boutique en la que, además de comprar vinos que no se consiguen en otra parte, tiene todo tipo de accesorios, libros, afiches y recuerdos para elegir.
Fuente: Weekend, por Marcelo Ferro