La fachada restaurada con sus materiales originales, los baños puestos a nuevo, una sala de usos múltiples y la terraza recuperada reciben a turistas que disfrutan de trekkings, avistaje de aves y pic-nics en los jardines.
La reserva natural situada a pocos minutos de la Ciudad ofrece múltiples posibilidades de ser conocida y un espacio de aire puro con flora y fauna autóctonas.
Muchos son los datos curiosos acerca de la Reserva Natural Villavicencio, un espacio privado de 72.000 hectáreas atravesadas en su longitud por la Ruta Provincial 52. Acompañados por Silvina Giudici, responsable de este área natural protegida, recorrimos la zona, repleta de riquezas hídricas y biológicas, bella por sus paisajes y su valor histórico y arqueológico.
Caminar Villavicencio nos adentra en el conocimiento de nuestro patrimonio y permite contemplar la compleja biodiversidad del desierto, sin olvidar el valor fundamental del agua. Sus orígenes se remontan a los de la fundación misma de Mendoza y la estancia de Canota que sobrevive en el lugar, cuenta con el registro de propiedad Número I del año 1650.
Los visitantes que llegan a la reserva rondan los 250.000 por año y este dato no es menor a la hora de mantener el Hotel cerrado al público, ícono en las etiquetas del agua mineral de la marca. Es que ponerlo en funcionamiento supondría una exclusividad contradictoria con el entorno y la filosofía de la empresa, teniendo en cuenta que tiene 30 habitaciones y las ganas de conocerlo de la mayoría que se acerca, motivo por el cual los proyectos aún son evaluados.
La fachada recientemente restaurada con sus materiales originales, los baños puestos a nuevo, una sala de usos múltiples y la terraza también recuperada reciben por estos días a los mendocinos y turistas que llegan al lugar, donde los espera una experiencia integral que concientiza y sensibiliza en un espacio libre de fuego, incendios y basura.
Los atractivos son todos: desde el emblemático hotel de 1940 declarado patrimonio, pasando por la historia presente en el relato de los guías y las huellas del espacio, hasta el parador de montaña y los escenarios dispuestos a donde sea que se dirija la mirada: arboledas añosas, espejos y fuentes de agua, y la impronta de los jardines diseñados por el estudio de Carlos Thays, que al igual que la capilla, forman parte de la segunda etapa de restauración, siendo la tercera, la intervención de la planta baja del hotel.
«Villavicencio es una alternativa de disfrute de la montaña que permite encontrarse con el patrimonio histórico, apreciar la naturaleza en su máxima expresión y disponer de un espacio de servicio de alimentos y de guía de la mano de quienes hacemos esto a diario», invita Silvina.
«Conservamos algo que no tiene representatividad en la zona; somos custodios de la jarilla, del guanaco y de una diversidad propia de este sitio a sólo 40 kilómetros de la Ciudad en el que conviven tres ecorregiones: la puna, el cardonal y el monte, y animales como el puma, el choique o la mara», agrega.
Las posibilidades de aventurarse en la Reserva Natural son múltiples. Una alternativa es desayunar en el parador y realizar una visita con quienes integran el Centro de Interpretación. Otra es disfrutar de un menú de montaña al mediodía o hacer un picnic en los jardines del hotel para antes o después recorrer los senderos.
Trekking por la zona y a los petroglifos, avistaje de aves, visita a la estancia de Canota y a la cascada o recorrido en track para observar el camino son algunas de las propuestas establecidas.
Fuente: InMendoza