El Camino del Año es una ruta típica de montaña, un sinfín de curvas y un abanico de paisajes únicos. Pumas, guanacos y flora autóctona.
El Camino del Año tiene su nombre bien ganado, es que algún viajero empedernido las habrá contado alguna vez: son 365 curvas. Claro, nadie esperaba menos al tratarse de un camino de alta montaña y de 57 kilómetros de longitud.
Algunos lo eligen para pasear, otros para hacer birdwatching u otras actividades de avistajes u observación de la naturaleza, otros para llegar a algún destino en particular. Hay quienes lo recorren en 4×4, otros en auto, algunos en moto y, por último, más de una vez me crucé unos cuantos osados ciclistas.
Une dos localidades importantes de la provincia de Mendoza. El Camino del Año se completa en dos horas, en cualquiera de sus sentidos. En un extremo, Villavicencio. El mismísimo lugar que da nombre al agua mineral. Y ahí mismo está el hotel, ese que se ve en las etiquetas, con sus jardines, capilla y parador. En la otra punta, Uspallata. Villa principal de la alta montaña mendocina. Grande. Con escuelas, hospital, comisaría, estación de servicio, restaurantes, hoteles, etc.
La RP 52 de Mendoza, que une Uspallata con la capital provincial, se abrió como recorrido alternativo a la ruta 7, que lleva hasta el paso fronterizo del Cristo Redendor. La mayor parte de la traza es un camino de ripio.
Desde el punto más alto, en la Cruz de Paramillos, hasta llegar al predio del ex hotel termal de Villavicencio, el camino hace más de 350 curvas. Son los famosos caracoles, que a pesar de los vertiginosos precipicios no son tan difíciles de sortear, si se maneja con tranquilidad. La ruta es apta para vehículos comunes la mayor parte del año. Este circuito se aprecia mejor desde Uspallata yendo hacia el valle: en este sentido, los panoramas se van abriendo y cambian luego de cada curva. En cambio los automovilistas que suben ven las montañas frente a ellos y tienen que hacer paradas para disfrutar de la grandeza de los paisajes.
Se sale entonces de Uspallata y se pasa primero por una zona minera, mientras la ruta conserva un semblante de asfalto. Pero muy pronto el ripio aparece y se llega al punto culminante del trayecto: es el Paso de Paramillos, marcado por una cruz, a 3100 metros.
Ese mirador natural permite ver la punta del Aconcagua en el centro de la cordillera, que ocupa todo el horizonte. Esa cruz recuerda la presencia de los jesuitas en la región siglos atrás. Fueron ellos quienes impulsaron la actividad minera (oro y plata) a partir del siglo XVII.
Los yacimientos cambiaron de manos a lo largo de la historia, luego de la expulsión de la orden, hasta que dejaron de funcionar y hace algunos años se reconvirtieron en atracciones turísticas. En las cercanías está el Pueblo Fantasmal, un asentamiento donde vivían los mineros. El nombre alude tanto al abandono como a los huarpes, que fueron explotados hasta la muerte por los colonos españoles.
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Entre guanacos y curvas
En las cercanías hay bosques fosilizados, explorados por Darwin durante su viaje por América latina. En torno de la cruz de Paramillos, el paisaje es muy similar al de la Puna: algunas manadas de guanacos comen al borde de la ruta y temen más a los pumas que los autos. Se ven también varios zorros durante el recorrido. Suelen acercarse al camino apenas detectan la llegada de un auto, en busca de comida. La bajada hacia Villavicencio se realiza por medio de curvas y contracurvas hasta una altura de 1750 metros. Se llega así al recoveco en las montañas donde se refugia el hotel de estilo normando inaugurado en 1940 como un establecimiento termal de lujo. El predio es hoy propiedad del grupo Danone, al igual que la Reserva Natural Villavicencio.
El punto de partida, Uspallata, es la localidad más cercana al Aconcagua. La reserva natural provincial Villavicencio se creó en 2001 y cubre 67.000 hectáreas que protegen varios ecosistemas, según las alturas, y abarcan todo el camino de caracoles además de proteger las fuentes de agua captadas para embotellamiento. El predio del hotel abre de miércoles a domingo, de 9.30 a 18. En verano abre todo los días. Largo total de trayecto entre Uspallata y el hotel: 55 km. Contar 55 km más para llegar hasta Mendoza. Punto más alto: 3100 metros.
Imágenes para grabar en la retina
Las postales que quedan en la memoria de los smart phones son alucinantes. Aunque mejor aún si lo capturamos todo con nuestros ojos y lo guardamos para esos momentos aburridos en los que hurgamos en nuestra memoria para trasladarnos a algún recuerdo. Y entonces encontraremos guanacos que se acercan, nos miran, y parten. Cóndores que sobrevuelan más cerca de lo que quisiéramos; es que su tamaño es de temer. Nieves eternas en algunos picos alejados. Y, si el cielo despejado acompaña, el mismísimo Aconcagua surge en el horizonte hacia el oeste.
Está ahí. No es un típico atractivo turístico de esta tierra. Pero eso lo hace, para los que lo conocen, más fascinante aún. El turista que lo transita no es nuevo en Mendoza, ya estuvo en Puente del Inca, ya fue al Valle de Uco y visitó San Rafael. Aun así quedan atónitos. Y entonces no hay dudas: el Camino del Año es una joya que no podemos dejar de visitar.
Fuente: Ser argentino.com, por EXEQUIEL NACEVICH y La Nación