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Experiencia LAC: Cañón del Atuel

Para nuestra estadía en Mendoza nos habían recomendado no perdernos la excursión al Cañón del Atuel, así que ni bien bajamos del ómnibus, en la Terminal de Mendoza, nos acercamos a la oficina de LAC Viajes y contratamos la excursión. Sin lugar a dudas fue una decisión muy acertada, imperdible!

En las oficinas de LAC en la Terminal (Ala Norte local D19), nos informaron de la amplia oferta de excursiones que podíamos hacer en Mendoza, pero en principio veníamos con la idea fija de conocer el Cañón del Atuel y esa fue la excursión que contratamos inmediatamente para el día siguiente, no queríamos perdernos ese atractivo natural del que tanto habíamos escuchado hablar.  En LAC nos atendieron muy amablemente explicándonos que es un tour de día completo e implica muchas horas de viaje así que…a levantarse tempranito…7 de la mañana es la hora de salida.

Nos pasaron a buscar por el hotel y partimos. Afuera nos esperaba un cielo despejado con sol radiante para no defraudar el tradicional lema de Mendoza, “la tierra del sol y del buen vino”. También nos esperaba la confortable combi de LAC y Daniel, nuestro guía.

Salimos de la Ciudad de Mendoza, rumbo al sur de la provincia, atravesando zonas áridas y desértica que contrastan con los oasis productivos, como el Valle de Uco, que, como nos cuenta Daniel, es cuna de grandes vinos afamados mundialmente.

Nos quedamos hablando de vinos, de los procesos de elaboración, de los “terroir” y casi sin darnos cuenta ya llegamos a la ciudad de San Rafael. Damos una vueltita para conocer sus principales atractivos. Transitamos por sus anchas avenidas y pasamos por su plaza principal que me encantó, hermosa y muy original con varias esculturas talladas en los troncos de antiguos árboles secos…

Salimos de San Rafael dejando atrás el parque Mariano Moreno. Daniel nos cuenta un poco sobre la historia de esta ciudad, que fue colonizada a principios del 1.900 por emigrantes franceses. Fuimos por la ruta provincial 143, cruzando paisajes rurales colmadas de frutales, vides, olivos y nogales. Hay muy buenos vinos también acá en San Rafael…toda Mendoza parece una gran bodega!!!

…y finalmente, después de tanto andar llegamos al maravilloso embalse de Valle Grande; nos paramos a contemplarlo desde los miradores. Primera parada para sacar fotos: fotos al lago, a la isla, otro click a las playitas, a los kayaks, jet ski y catamaranes que surcan el espejo de agua dejando estelas de espuma, al paisaje lunar circundante… todo merecía ser grabado más allá de la memoria…

Daniel nos informa algunos datos técnicos como las dimensiones de este embalse: 508 hectáreas y 60 metros de profundidad, es inmenso!!!

A la isla le llaman “El Submarino”…bueno nos cuentan que acá le han puesto nombre a todas las formaciones rocosas que parecen esculturas naturales: los Jardines Colgantes, los Monstruos, el Mendigo, el Sillón de Rivadavia, el Museo de Cera, la Ciudad Encantada, los Viejos, el Lagarto, por nombrar sólo algunas de las que recuerdo.

Continuamos viaje, ahora sí para internarnos en el Cañón del Atuel, un circuito que nos garantiza enigmáticos paisajes producto de la erosión hídrica y eólica, testigos del paso del tiempo. Pasamos entre grandes paredones y una sucesión de formaciones pétreas llamadas Garganta del Diablo y Mirador del Cacique, siempre a la vera del río Atuel…paisajes desérticos que bien podrían ser escenarios de algún film de marcianos.

Nuestro guía de Lac Viajes nos comenta que teniendo un poco de suerte y mirando hacia el cielo podemos llegar a avistar algún cóndor que sobrevuelan a veces el cañadón, lástima, no tuvimos suerte…

Nuestra combi de Lac Viajes serpentea por el camino de caracoles, en un clima de paz y silencio, mientras aparecen y desaparecen caprichosas esculturas de minerales y piedras que nos hipnotizan a todos. La cortina sonora del circuito es el murmullo constante de las aguas del río Atuel que nos acompaña permanentemente desde Valle Grande hasta El Nihuil.

De nuevo Daniel, con su sabiduría, nos tira datos para desasnarnos. Nos dice que las rocas del cañón son en su mayoría volcánicas, de la era del paleozoico, aunque también hay una fuerte presencia de rocas magmáticas y metamórficas, inclusive nos muestra extrañas formaciones con franjas negras, que son del período carbonífero que contienen sedimentos marinos.

La combi sigue subiendo por empinadas cuestas de ripio y caminos de cornisa hasta  alcanzar los 1.300 m.s.n.m., desde donde se inicia el descenso al corazón del cañón, la llaman la “Cuesta de la Costurera” (vaya a saber porqué), seguramente a raíz de alguna de las tantas leyendas centenarias que se tejen alrededor del Cañón del Atuel.

En el transcurso de nuestro itinerario nos fuimos encontrando con las distintas centrales hidroeléctricas que forman el conjunto de Los Nihuiles y también con dos lagos artificiales, Aisol y Tierras Blancas.

Seguimos serpenteando por el Cañadón Negro, descubriendo una nueva geoforma tras cada curva; ahí estaban “los toboganes”, la “paleta del pintor”, la “familia de elefantes”, el “búho”, la “calavera”, la “procesión de monjas” y el “museo de cera”, todas sorprendentes: algunas ostentan colores muy llamativos donde destaca el óxido de azufre. Para ser sincera no siempre lograba ver la figura tras la roca, pero se parecieran o no al nombre impuesto, poco importaba porqué el impacto visual derivaba de la multiplicidad de forma y colores.

De tanto en tanto la combi paraba para que pudieramos apreciar de cerca esas grandes masas pétreas labradas por los milenios y pudieramos sacar alguna foto para el recuerdo.

Continuamos nuestro camino hasta llegar al Dique y Embalse El Nihuil, que, según nos cuentan, es considerado un paraíso para los amantes de la pesca y los deportes náuticos. Para nosotros, en ese momento, lo fundamental era que allí parábamos para el almuerzo. Por lo menos yo ya estaba famélica así que nos metimos en uno de los restaurantes del lugar. Despues de un almuerzo reaparador recorrimos las pintoresca villa de El Nihuil mientras nuestro guía nos explicaba el significado de tal extraño nombre. Nihuil-co es un vocablo del idioma mapuche que parece tener dos diferentes acepciones: puede significar el “rugir de los tigres” o “donde se posaban los zorzales”.

Comenzamos a emprender el regreso hacia San Rafael por una ruta más directa, por paisajes más áridos con vegetación esteparia; ibamos rumbo al oeste y veíamos al frente la imponente cordillera de los Andes. Supimos por nuestro “LAC boy” que estabamos subiendo hasta los 1.100 m.s.n.m. por una cuesta empinada y amarillenta denominada “Cuesta de los Terneros”, que debía su extraña fisonomia y particular tonalidad a la presencia de distintos óxidos: de azufre, de cobre y de hierro.

El camino nos condujo hasta la Villa 25 de Mayo, una apacible villa veraniega, donde arrancó la historia de este departamento del sur de Mendoza. Fue aquí donde en 1805, a orillas del río Diamante, se fundó el Fuerte de San Rafael, actualmente en estado de recuperción y excavaciones arqueológicas. Alrededor de este fuerte fue cobrando vida la villa cabecera, que luego se trasladó a su ubicación actual y cambió su nombre en honor al fuerte.

Ya retomamos la ruta de regreso a la ciudad de Mendoza, pasamos por el arco que nos había dado la bienvenida a la mañana y es lo ultimo que recuerdo, evidentemente me quedé dormida…me despertó el chofer de LAC parado en la puerta de mi hotel. Una jornada intensa pero inolvidable!