El ganador de 2017 fue el turismo emisivo y cómodamente. No sólo porque fue el segmento que más creció, sino porque en la perspectiva de los años no para de hacerlo contra un panorama mucho más amesetado del receptivo y el interno. Bajo esa lupa, en esta nota analizamos “el año de los records turísticos”, como lo bautizó el MinTur.
La palabra “récord” es una debilidad para todas las administraciones públicas de turismo, obsesionadas con las cantidades. La actual gestión no deshonra la tradición y en cuanto discurso o comunicado puede cuela la palabra mágica. Este año, incluso, el Ministerio de Turismo fue un paso más allá y en sus tarjetas navideñas saludaba: “2017 fue un año de records turísticos. Lo hicimos posible juntos”.
Pasar por el tamiz los números es un buen ejercicio para descubrir quiénes fueron los ganadores del año pasado. Ya que si bien es cierto que hubo algunos records puntuales (y al límite) en cantidad de pernoctaciones hoteleras por turismo interno, lo cierto es que el gran ganador del segmento internacional de 2017 fue el turismo emisivo y cómodamente. No sólo porque fue el segmento que más creció –doblando cómodamente las tasas de los otros flujos-, sino porque en la perspectiva de los años no para de hacerlo contra el panorama mucho más amesetado del receptivo y el interno.
RÉCORD TRAS RÉCORD.
Las salidas de argentinos al exterior por vía aérea totalizaron 4,5 millones en 2017, implicando un incremento interanual del 17,7%. O sea, hubo 600 mil salidas más al exterior que en 2016.
Si bien por sí solos son números impresionantes, puestos en una línea de tiempo se vuelve sorprendente la evolución del emisivo en la última década. Sólo tuvo un pequeño resbalón en 2014, cuando la suba de la retención a cuenta de Ganancias lo hizo trastabillar.
Al considerar las salidas de argentinos vía Ezeiza y Aeroparque (por dónde parten el 83%), impresiona la evolución desde un 2010 en el cual se registraron 1,9 millones de partidas hasta un 2017 donde fueron más de 3,7 millones. Es decir, en un periodo de ocho años la cifra creció un 96%, a un ritmo interanual constante de dos dígitos.
Pero el año pasado no sólo crecieron los viajes, sino también las pernoctaciones en el exterior (+18%) y el gasto total fue de US$ 5.097.400.000 millones, un 15% más que en 2016.
Según el BCRA, los viajes al exterior y los gastos con tarjeta demandaron la friolera de US$ 12.664 millones en 2017. O sea, US$ 2.500 millones más que el pasado y US$ 3.300 millones más que en 2015. Pero más increíble aun es el dato de que por ese concepto se fueron US$ 9.300 millones más en todo 2011, que fue el último año en que la balanza de divisas fue positiva.
Por eso no extraña que públicamente haya miradas torvas hacia un sector que generó un déficit en la cuenta de divisas por “Viajes, pasajes y otros pagos con tarjeta” que creció un 25% y superó por primera vez los US$ 10 mil millones de rojo.
EL RECEPTIVO, A TRANCO LENTO PERO SOSTENIDO.
El panorama del receptivo también mejoró en 2017, pero con índices muy inferiores al emisivo (tanto en términos absolutos como interanuales) y –sobre todo- con una trayectoria radicalmente distinta.
Si consideramos los 2,5 millones de arribos de extranjeros por vía aérea tenemos una variación positiva del 7,4%, lo cual está en línea con las tasas de incremento del turismo internacional global y de Sudamérica. Además, con un crecimiento de casi 100 mil pasajeros se cortó una racha de dos años consecutivos de caídas en la cantidad de arribos vía Ezeiza y Aeroparque (que reciben al 92% del total).
Otro dato interesante es que aumentó a US$ 2,9 mil millones el gasto asociado al receptivo, lo que es un 9,3% mayor a 2016.
Ahora bien, el problema no solamente es que se vayan casi el doble de argentinos al exterior ni que se esté cerca de duplicar las divisas que se llevan de las que genera el receptivo. Lo decepcionante es que la mirada por el espejo retrovisor devuelve una meseta de la cual no se ha salido aún.
De hecho, el crecimiento de arribos vía Ezeiza y Aeroparque alcanzó para superar las cifras de 2016 y 2015, pero sigue por debajo de los años anteriores al menos hasta 2010. Lo mismo sucede con las pernoctaciones y las estadías promedio de los extranjeros.
En definitiva, el cambio de tendencia de 2017 es positivo, pero falta mucho camino para hacer alarde de efusividad.
EL SORPRENDENTE RÉCORD NACIONAL.
Seguramente cuando las autoridades del Turismo festejan “el año de los records” lo que tienen en mente –no es el emisivo, claramente- son las marcas históricas batidas en 2017 en cuanto a pernoctaciones y viajeros hospedados en el país. Unas cifras que hablan de la vitalidad del turismo nacional, ya que tres de cada cuatro pasajeros son argentinos.
En todo 2017 se registraron 20,8 millones de viajeros (el 80% nacionales) y 48 millones de plazas ocupadas. Hubo casi 2,1 millones más de pernoctaciones que en 2016 (+4,6%) y casi 1,5 millones huéspedes más se alojaron en el país respecto al año pasado (+7,6%).
También es interesante que todas las regiones evidenciaron variaciones interanuales positivas, con respecto a 2016. La región Buenos Aires es la que presentó un mayor incremento (15%), seguida por el Litoral (12%) y Córdoba (11%) y Patagonia (7%).
Podrían matizarse los datos diciendo que 2016 fue un año particularmente malo para el turismo. Pero lo cierto es que 2017 batió los datos de 2011, el mejor año para el turismo. Lo hizo con lo justo, hubo un 1,7% más de pernoctaciones que el anterior año récord y un 3,8% más de pasajeros alojados.
Claro que parece poco si comparamos esos índices con el salto del 90% en ese mismo período del emisivo. Pero a los records parece que no se le miran los dientes.
Fuente: Ladevi
06/03/2018