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Historia de Hoteles: Gran Hotel Villavicencio

Hoy sería un petit hotel: contaba con sólo 30 habitaciones, en ellas hasta se podía tomar baños de aguas termales. Hoy un ícono del paisaje mendocino.

Este hotel fue una de las primeras construcciones de la zona y funcionaba como una pequeña posada. Recuerda a la arquitectura alpina normanda, con techos inclinados de gran pendiente, muros blanqueados a la cal y cruzados por maderas, techo de tejas y balcones.

Sólo 6 meses le tomó al visionario Ángel Velaz, ganadero y miembro de la Sociedad Rural Argentina, construir el hotel, que desde 1940 se erige en el centro de lo que hoy es la Reserva Villavicencio. Velaz es quien funda, en 1923, la empresa Termas de Villavicencio y la conduce hasta su muerte en 1943.

En el año 1934 un aluvión no sólo afectó gravemente el hotel de Cacheuta sino que inhabilitó el Tren Trasandino durante diez años y afectó el trazado de la ruta hacia Uspallata. Al paralizarse el transporte hacia Chile, se reactiva la Ruta 7 y se mejora el camino a Villavicencio, ya que los pasajeros hacia el vecino país deben llegar a Punta de Vacas en automóvil. Entre 1936 y 1942 se construyen los Caracoles de Villavicencio con sus 365 curvas.

Este hecho fortuito de la naturaleza animó a Velaz a impulsar nuevamente Villavicencio y a construir un nuevo hotel, grande y lujoso, destinado a las clases altas.

 

A partir de la construcción del hotel, el paraje de Villavicencio es considerado uno de los más selectos y aristocráticos de Mendoza, gracias a las propiedades de sus aguas termales que lo convierten en un polo turístico de atracción de visitantes de todas latitudes.

 

El hotel se terminó de construir a principios de 1940. Fue terminado en apenas seis meses por la empresa del ingeniero Emilio López Frugoni. El Hotel de Villavicencio, que inició sus actividades en 1940 y cerró en 1979, fue diseñado por los arquitectos Sánchez, Lagos y De la Torre, un prestigioso estudio de la ciudad de Buenos Aires. La obra fue dirigida por el ingeniero Raúl Dubecq; los parques y jardines fueron diseñador por Neira y Ezcurra.

 

La capilla se construyó por dos motivos el primero es que muchas de las damas que venían de Buenos Aires querían tener la celebración de la misa. Entonces, en 1942 se construyó la capilla y Daniel Ramos Correas la incluye como una de las obras de su autoría. En este edificio se advierten elementos del lenguaje neocolonial, éste es un estilo que remite a nuestro pasado de los siglos XVI, XVII y XVIII.

Pero en esta construcción Ramos Correas le suma al estilo neocolonial el mission style, que era el de las misiones franciscanas de California. Este estilo se ve en el uso de las arquerías, de espadañas, de balcones y escalinatas de madera, de la volumetría de muros blancos, de masa fuerte.

 

La capilla tiene una habitación que funciona como terraza y desde allí se divisa todo el paisaje.

 

Otro de los motivos de la construcción de la capilla fue regularizar la situación de los puesteros de ganado de la zona pues esa gente no se casaba ni bautizaba a sus niños. Los puestos de ganado en la zona de Villavicencio eran muy numerosos y la gente se amancebaba. Fue la esposa de Velaz quien, junto a sus amigas, decidió regularizar esta situación creando la capilla para que la gente se casara y bautizara a sus hijos.

En las cercanías del hotel estaban las viviendas, el comedor y el dormitorio del personal. Eran tres casitas de entre seis y doce habitaciones cada una, con un baño general. Recordemos que en un momento el hotel tuvo alrededor de cien personas trabajando allí.

 

El Gran Hotel de Villavicencio era pequeño, comparado con otros de su época, ya que sólo tenía treinta pequeñas habitaciones con baño privado y agua termal en cada una de ellas. Poseía muebles rústicos, las arañas de los grandes salones se hicieron con ruedas de carretas y las camas tenían respaldos de hierro. Los pisos eran de tablones de roble americano y las puertas de las habitaciones también fueron construidas con maderas de calidad.

 

Las paredes lucían acuarelas, óleos y grabados de artistas plásticos argentinos y extranjeros. También contaba con un piano y una orquesta. El clima interior rezumaba calidez sin ostentación, adecuada a la concepción de hotel de montaña.

Además de albergar a los turistas, recibía a los mendocinos que iban al hotel a almorzar y a tomar el té. Ofrecía un gran salón comedor, salones de baile, un salón de té y en la parte baja tenía una galería cubierta donde se podía hacer deportes como ping pong y minigolf. También había una sala de juegos infantiles. También tenía una cancha de tenis y de bochas, a las que en los ´60 se sumó una pequeña piscina de natación.

 

Villavicencio

Actualmente, el hotel se conserva como uno de los atractivos turísticos más importantes de la provincia de Mendoza. El año pasado se inauguraron las obras de restauración que requirieron una inversión de 13 millones de pesos, comprendieron la restauración de la fachada y también la reparación y pintura del techo; la recuperación de la carpintería; el reemplazo del revestimiento del hotel (volviendo a su color original), y de las baldosas de los alrededores del hotel y terraza; así como la reconstrucción de los baños externos.

 

La restauración contó con la validación previa de la Comisión de Arquitectura de Patrimonio Histórico de la Nación, por haber sido declarado Patrimonio Histórico en el 2013.

 

Fuente: MDZ