Para llegar a Lavalle solo hay que recorrer 35 kilómetros desde la ciudad de Mendoza. Lavalle se presenta auténtica, sin lujos, conjugando naturaleza y cultura entrelazadas por las hebras de la identidad huarpes, habitantes originarios de esta zona, que marcó a fuego el norte mendocino.
Este destino emerge en un paisaje donde siempre el de-sierto es el principal protagonista. Las propuestas que Lavalle ofrece se relacionan principalmente con el turismo rural y cultural: en fincas, bodegas y agroindustrias se podrán degustar comidas típicas, visitas guiadas, elaboración de vino casero en bodeguitas artesanales. También se puede asistir a degustaciones asistidas de aceites de oliva, mieles, dulces y conservas; conocer métodos tradicionales de cultivos y crianza de animales; participar en tareas agrícola y artesanales usando técnicas ancestrales, participando, por ejemplo, en talleres de tejido al telar o trenzado en cuero o talleres vivenciales de danzas folclóricas, mientras se toman mates con meriendas campestres y sabores regionales.
Otras dos especialidades propias de la zona son el melón y la sandia que tienen su fiesta propia, una celebración a pura música y bailes folklóricos. Otras de las glorias de las que suelen jactarse en Lavalle, es su gastronomía a base de chivitos, cuya peculiaridad es que usan chivos de destete que no llegan a comer pasto porque se considera que éste otorga un mal sabor a la carne. Lavalle invita a realizar cabalgatas, caminatas y bicicleadas que pueden realizarse en los paisajes agrestes del secano o bien en las fincas cultivadas del oasis norte.
La ciudad cabecera de Lavalle es la Villa Tulumaya (1903). En ella podemos visitar el Museo Histórico y Natural y el Algarrobo Histórico, un ejemplar de 338 años, testigo mudo de la historia del lugar.