Les presentamos un detallado relato de viaje de un periodista uruguayo que vino a conocer Mendoza: sus impresiones sobre las características humanas y paisajísticas de esta provincia cuyana y un sinnumero de maravillosas descripciones de los lugares mendocinos más emblématicos para el turismo, como son la Alta Montaña, los Caminos del Vino, Las Cuevas de las Brujas, el Cañón del Atuel, entre otros.
Mendoza es quizás la única ciudad americana donde no hubo choque de culturas sino integración bastante amable y duradera. Los indios no fueron exterminados por las armas ni los microbios europeos; tampoco ellos se agarraron a lanzazos con esos extraños tipos con cáscara de metal.
Algo debe tener esta tierra que hace amistosos todos los encuentros, aunque no te le hayas prendido al vino.
Eso sí, no vayas a confundir afable con manso; no querrás enfrentarte a un mendocino enojado, cosa que también ocurre si te ven agregarle soda a un malbec local. Más de un porteño volvió rodando a Buenos Aires por hacer esa porquería.
La cosa empezó en 1551, cuando Francisco de Villagra llega allí con apenas 180 hombres. O era muy corajudo o era muy inconsciente, pues los indios cordilleranos no eran ningunos angelitos. Pero, quizá justo por la inferioridad numérica, Villagra apostó a los buenos modales y los indios huarpes le respondieron de la misma manera. Los agarró el crudo invierno cordillerano, lo pasaron juntos y ya había nacido una amistad que no tuvo retrocesos.
Si, ya sé lo que estás pensando y yo también: si hubieran hallado oro o plata, la cosa no hubiera terminado tan bien. Pero lo que encontraron fue una tierra inigualable para cultivar vides y alojar industrias. Indios y europeos resolvieron compartir y lo único a lamentar es que de los huarpes, totalmente integrados, solo queda esa particular manera de ser afable pero indoblegable, que exhiben los mendocinos. ¡Pero si son adorables!
Mendoza es la cuarta urbe más grande de Argentina y uno de los puntos de partida de la tradicional Ruta del Vino. Y ya me detengo para contarte una singularidad, y espero que me la creas. Vos habrás tomado vino y comido empanadas en muchos lugares, pero te aseguro que las de acá, aparte de ser los más ricos y las más ricas (al menos para mí), te caen recontrabien. Tomás mucho y no te mamás; comés mucho y no te empachás. Y no me digas que en Mendoza vas a hacer dieta porque eso sería imperdonable.
A Mendoza podés ir cuando quieras y todas las veces que quieras sin temor a agotar el paisaje. Si vas en primavera, oirás rugir las acequias en plena ciudad, con el agua que baja incontenible desde la montaña, siempre presente en el horizonte urbano. ¿Te llama la atención toda esa ingeniería hidráulica? Pues, deberás saber que esa tecnología llegó a lomo de llama desde el corazón del imperio incaico.
Igual que los españoles, los incas que llegaron acá se amansaron. ¡No te digo que esta tierra esconde algún misterio! Conocí a un uruguayo que llegó acá y se enamoró perdidamente de una mendocina ilustre. Fue aquél publicista que inventó el slogan “Uruguay se salva con el agro o con él se pierde”. Esta amiga me pidió que recibiera y promoviera a una delegación de mendocinos que venía al mando de un encantador Director de Turismo. El viaje de regreso lo hicimos con una docena de periodistas uruguayos y sus esposas cordialmente invitados. Nos trataron como reyes, nos bañaron en malbec y nos mostraron todo lo que se pudo en una semana, que resultó insuficiente. ¡Un fenómeno los mendocinos, y qué lindo español que hablan!
Confieso que es bastante lejos para venir en auto, pero te animo a no seguir de largo para Chile como si el Pacífico te estuviera chupando. Te perderías a la reina de la cordillera, a la espiritual Mendoza.
Además, ¿no te da verguenza ser sudamericano y no haberte impregnado con la Cordillera de los Andes que es nuestra columna vertebral?
No siempre la vas a ver igual; los panoramas invernales son increíbles. Pero las cumbres sí están siempre ahí, como vigilándote e inspirándote. Ya verás que Mendoza tiene mucha personalidad y tiene un ritmo más parecido al montevideano, en el cual la gente es la protagonista y no el febril motor del hormiguero. Calles peatonales, buenos comercios, museos, boliches… en fin, de todo como para jovenes y veteranos sin distinción.
Es una ciudad abierta y arbolada, con un clima parecido al de Montevideo, donde te podés sentar en una mesa al aire libre si el tiempo lo permite, y hablar de guanacos perdidos. El fútbol mejor no lo toques… No te pierdas el Paseo Alameda y la Plaza de las Artes.
Si de fastidioso que uno es, te emperrás en encontrarle un defecto a los mendocinos, éste podría consistir en que cuando se ponen a hablar de las acequias, nadie los puede parar. Pero, fuera de broma, las acequias que administran el agua del deshielo son cosa seria. ¡Pensar que el mundo clama por agua y a mendocinos y uruguayos nos está casi sobrando!
Te pongo enseguida lo de las pistas de esquí porque si no lo hago me vas a decir que no estoy hablando de Mendoza. En este caso, Los Leños, pero hay pistas a montones y para todos los gustos. Me parece muy bien, muy deportivo y muy paisajístico, pero ir a esquiar y creer que conociste Mendoza es el más común y gigantesco de los errores.
El turismo de deportes extremos es otra de las especialidades de Mendoza. Escalar el Himalaya definitivamente no es recomendable, el rafting en cambio es algo mucho menos riesgoso de lo que uno imagina. Si te caés de la balsa, como vas con buen salvavidas, lo único que tenés que hacer es preocuparte de que sean tus pies y no tu cabeza lo que va adelante. El río, de bueno que es, te depositará en algún remanso. ¿Qué otro deporte extremo podés practicar?: todos.
La provincia tiene un Cañón, el del Atuel, que no será como el del Colorado, pero igual es muuuuy impresionante. Casi tan impresionante como los caminos de montaña por los que tendrás que circular si le querés dar una vuelta para conocerlo. Nunca habrás visto agua tan azul como la que muestra el río debajo del acantilado.
La Caverna de las Brujas es una muestra de las decenas o cientos de actividades que podés desarrollar en Mendoza y que no son frecuentes en los circuitos turísticos. Está a unos 65 kilómetros de Malargue y es tan profunda que hasta ahora solo se han explorado unos cinco kilómetros en su interior. Ni te sueñes con ir a descubrir más cosas en esas grutas, el acceso está tapiado porque locos siempre hay y desaparecidos para siempre también.
Lo bueno de tomar una cualquiera o todas las excursiones que salen desde Mendoza, es que te llevan sin perderte a casi todo lo grandioso que hay para conocer.
Pero lo bueno de ir en tu auto, es encontrar rinconcitos tan pintorescos como éste y bajarte a tomar unos mates… o unos sorbos del malbec que me imagino habrás cargado antes de salir, junto con las empanadas.
Hablando de empanadas y con el mayor de los respetos a Santa María, en Propios y Ocho de Octubre, donde a mi entender hacen las mejores empanadas de Uruguay. Aunque no conozco las de Salta, te diré que en Mendoza te llevás una sorpresa con un bocado que no se puede transportar ni congelar, o se come al pie del horno, o se come algo que ni se le parece. ¿Y el vino? Cualquiera, en Mendoza no hay vinos malos, pero que sea Malbec y si querés ponerte finoly, consultá al sommelier. ¿Cuál? Todos los mendocinos son sommeliers. Y no te vayas a creer que la gastronomía mendocina se reduce a eso; acá hay chef que te masacran las papilas.
Hace 12.300 años que el hombre practica la agricultura en lo que hoy es Mendoza, lo cual es tan sorprendente como que los indígenas locales se anticiparon a Europa. Cuando los europeos introdujeron la vid (y los olivos como complemento), la capacidad productiva fue tan abundante y excelente que desplazó a muchas otras actividades agropecuarias. Todo eso a pesar de que Mendoza es la zona del mundo donde graniza con más frecuencia y con piedras más grandes.
Como consecuencia, hay bodegas por todos lados y circuitos que te llevan a muchas de ellas. No te dejes llevar por la espectacularidad de un sommelier desgoyetando una botella de un sablazo, eso es cirquense.
Guardá tu admiración para esos vinos mendocinos que no encontrarás en ningún otro lugar del mundo.
Tal es apego mendocino a las bodegas que hasta hay conciertos en algunas de ellas.
El Puente del Inca es una formación rocosa natural sobre el río Las Cuevas, en el exacto lugar donde desde tiempo inmemorial existen fuentes termales. La construcción que se ve es, justamente, un hotel termal abandonado. Acá estás a 2.700 metros de altura, más próximo a la frontera con Chile y más lejos de esos sordos rencores que existen entre unos y otros. A propósito, los mendocinos hablan como mendocinos y los chilenos hablan como chilenos; te lo digo porque hay mucha ignorancia o mala intención. Y, qué querés que te diga, de uno y otro lado de la cordillera hay más gente buena que mala. ¿Cómo se podría ser mala gente con semejantes vinos?
Los mendocinos tuvieron la suerte de que la cordillera creara al Aconcagua integralmente en su territorio, en el departamento de Las Heras. Es la cumbre más alta de los hemisferios sur y occidental, es la montaña más alta del mundo fuera de las barbaridades del Himalaya. Y tiene la particularidad de que cada vez que la miden tiene diferente altura. Durante décadas figuró con 6.959,6 metros sobre el nivel del mar, luego apareció con 6.962, pero hay varias mediciones intermedias. Son metros, no es nada escandaloso y quizás ni siquiera sean errores, sino dificultades con una cumbre nevada en distintos espesores y todavía en formación. Pues la cordillera no es otra cosa que la arruga que se le forma al continente a medida que se desplaza por el Pacífico en busca de la costa asiática. ¿Quién entiende a las placas tectónicas?
Si este relato tan personal y apasionado no te ha motivado a conocer Mendoza, bueno…entonces no tenemos nada que ofrecerte…
Fuente: El País, Guillermo Pérez Rossel