image

No es lo mismo el otoño en Mendoza

Mendoza y otoño están unidos para siempre. Porque no miente esa maravillosa obra creada por Jorge Sosa y Damián Sánchez que jura que “no es lo mismo el otoño en Mendoza”.

Esa canción refleja todo lo que significa la estación más mendocina de todas.

El comienzo de un espectáculo visual donde los colores ocres y amarillos de los árboles dan un toque especial al paisaje. Es la época ideal para obtener maravillosas imágenes de lugares que convierte cada paseo en una travesía por los sentidos. Así, mendocinos y turistas pueden disfrutar de los paisajes que transforman a la provincia en una verdadera postal mágica.

En Mendoza, el otoño regala clima benigno y el cielo diáfano. A diferencia de veranos calurosos y de inviernos muy fríos, en otoño es la época ideal para visitar gran cantidad de interesantes lugares, donde los colores ocres y amarillos de los árboles dan un toque especial al paisaje.

 

Es ésta una excelente excusa para recorrer las típicas arboledas y así visitar bodegas y degustar vinos y la gastronomía del lugar, o para admirar las Areas Protegidas o los Parques Provinciales, de los cuales Mendoza está completamente orgullosa.

 

Los recomendados son en la zona norte de la provincia, los médanos de los Altos Limpios, donde pareciera que el tiempo se detiene, o el Bosque Telteca.

Al oeste de la Ciudad, la Reserva Natural Divisadero Largo, una falla geológica, que permite ver la entraña del planeta.

Al sur, la Laguna Llancanelo, en medio del desierto, con una invaluable reserva de flamencos rosados y cisnes de cuello negro.

Al este, la Reserva Ñacuñan, cuyo objetivo es la recuperación del bosque de algarrobo, luego de una tala indiscriminada hasta 1937.

También es ideal para tomar baño en las aguas termales de Cacheuta (en Luján de Cuyo) o de Los Molles (en Malargüe), especialmente indicadas para dolencias físicas o psíquicas.

 

Para los amantes de los deportes, existen diversos ríos como el Mendoza, el Atuel, el Diamante y embalses como Valle Grande, Nihuil, Carrizal, Potrerillos, Los Reyunos, Agua del Toro, donde podrán practicar canotaje, rafting, pesca deportiva, paseos en catamarán. O en la enorme cantidad de rincones en la montaña, cabalgar, realizar trekking, o recorrerlos en camionetas 4×4.

 

En cuanto a las compras, con opciones para todos los gustos, ya sea en centros comerciales de categoría o en mercados artesanales se suma una intensa actividad teatral, exposiciones de arte, conciertos de todo tipo de géneros musicales y ferias de ciencia y técnica.

 

Líder en el mundo, todo el año

Sin duda las rutas enológicas se disfrutan durante las cuatro estaciones. A la par de Melbourne, en Australia; Bordeaux, en Francia, y Florencia, en Italia, Mendoza es una de las Capitales Mundiales del Vino, y méritos le sobran.

 

Son muchas las modalidades que ofrecen los operadores turísticos locales para recorrer las bodegas y viñedos de la zona. A caballo, en bicicleta, en autos antiguos, en globo, a pie. Son más de 1.200 bodegas, muchas de las cuales abren sus puertas al visitante para contarle la historia y los procesos que rodean a esta bebida.

 

En este tentador camino, grandes y pequeñas empresas familiares ofrecen visitas guiadas, cursos de cata, degustaciones especiales y la posibilidad de cosechar durante la mística vendimia.

Pero hoy la oferta para el turista que llega a Mendoza en otoño es muy variada. El turismo del vino ya no se limita a visitar una bodega y degustar sus productos. Las empresas han diversificado sus propuestas, ofreciendo además la posibilidad de almorzar u hospedarse en un entorno de viñedos; participar de la cosecha, la poda y de la elaboración de su propio vino; asistir a cursos de degustación de nivel avanzado; relajarse en un spa del vino y gozar de toda una cosmética vitivinícola; y hasta celebrar una boda o una fiesta de cumpleaños.

Mendoza en otoño también ofrece alternativas para disfrutar de los beneficios que aportan las aguas mineralizadas. Se trata de los complejos termales de Cacheuta, Los Molles y El Challao. La propuesta combina descanso, aventura y los mejores vinos del país.

 

Termas

Cacheuta está ubicado sobre la RP 82, en el departamento de Luján de Cuyo, y muy cerca de Potrerillos. Distante apenas 38 kilómetros de la ciudad capital, el establecimiento permanece abierto durante todo el año.

 

Con los picos nevados de la Cordillera de los Andes como telón de fondo, Cacheuta ofrece un parque de agua termal y aventura, un área natural en la que fueron construidas diferentes piletas con aguas hipertermales, que oscilan de 35°C a 50ºC de acuerdo con los manantiales.

 

La particularidad de este complejo mendocino es que sus aguas provienen de deshielo, se infiltran a grandes profundidades, elevan su temperatura y chocan con la roca granítica de Cacheuta para volver a la superficie. La absorción de todos los minerales en este proceso le genera características únicas en el país.

 

El Complejo Termal Los Molles se encuentra inmerso en un valle y situado a 50 kilómetros del casco urbano de la localidad mendocina de Malargüe. Se trata de otro de los preferidos por el turismo que busca una propuesta de relax y descanso, en funcionamiento los 365 días.

El predio posee una infraestructura hotelera distribuida en tres edificios. Para acceder al lugar se transita por la RN 40 hasta la intersección con la RP 222, que bordea el río Salado a través de un camino de montaña, en dirección a Valle Hermoso y Las Leñas.

 

El otro complejo, 135 kilómetros al oeste de la ciudad de Malargüe, lo constituyen las Termas de Cajón Grande, con cinco piletas descubiertas. El sitio se ubica en el camino que conecta la Argentina con el vecino país de Chile, a través del Paso Internacional El Pehuenche.

 

En el departamento de Las Heras, a escasos siete minutos de la ciudad capital de Mendoza, se levantan las Termas de El Challao. Un complejo situado a 850 metros sobre el nivel del mar, beneficiado por la presencia de un particular clima templado y seco que permite su apertura durante todo el año.

 

Junto al río Atuel, a unos 2.180 metros de altura sobre la RP 220, el visitante accede a un abandonado complejo termal que supo ser en las décadas del 30 y del 40 un suntuoso alojamiento de alta gama. Se trata de las ruinas del Hotel Termas El Sosneado. El manantial de aguas termales es de origen volcánico y en temporada estival recibe turistas que aprovechan sus propiedades curativas.

 

Las Leñas

Antes de que la nieve lo vuelva todo blanco, el mendocino valle de Las Leñas se tiñe con los colores del otoño. Y el resultado es un paisaje montañoso surcado de arroyos, coronado de hielo y bañado en el tono dorado que le da el mes de abril.

 

En Las Leñas se pueden programar estadías a puro descanso, en los hoteles que ofrecen servicios de spa, o bien una semana de aventura que incluya actividades de trekking (hay numerosos senderos de distintas dificultades apenas saliendo del complejo), visitas a los arqueólogos que exploran los alrededores, cabalgatas de alta montaña, excursiones en 4×4 por terrenos de otra forma inaccesibles, y circuitos por el cercano Pozo de las Animas y la laguna de la Niña Encantada.

 

Antes de llegar, Malargüe ofrece también un buen alto en el camino: se visitan los Castillos de Pincheira –el nombre con que se conocen los acantilados levantados junto al río, donde hay un buen parador– y la Cueva de las Brujas, uno de los mejores lugares para el turismo espeleológico en la Argentina.

No muy lejos, en San Rafael, hay un spa que ofrece olivoterapia (masajes y tratamientos que aprovechan los beneficios del aceite de oliva), y desde luego todo va acompañado por los buenos vinos mendocinos.

 

Otoño en pareja

Después de disfrutar la algarabía del verano, los juegos de los niños o la aventura de los deportes acuáticos, es tiempo de regalarse momentos de intimidad.

 

El otoño es óptimo para que una pareja escape hacia el recuerdo. Para encontrar espacios donde charlar, mirarse y volver a enamorarse. Porque para recordar el origen del amor, nada mejor que una cabaña rodeada de belleza natural, para un reencuentro bien merecido.

 

Turismo para los solitarios

El momento de refugiarse con ese libro que no terminamos, el CD que nos inspira o el ansiado silencio que nos permite sentirnos escritores, poetas y fotógrafos geniales. El otoño nos regala una forma diferente de hacer turismo. En otoño el tiempo se detiene, la tierra abre sus brazos para recoger las joyas doradas de los árboles. En otoño tenemos la oportunidad de ver la hermosa desnudez de la naturaleza.

Las montañas comienzan a tender su manto blanco, las nubes se arremolinan entre blancos y grises. ¿Quién puede resistirse?

 

Escapar para encontrar

El año laboral comienza con su vertiginosa carrera, las labores y responsabilidades, crear mil soluciones a mil problemas.

 

Pero a veces, podemos regalarnos momentos en que podemos escapar, salir, bajar del mundo por unos días. Y allí está la montaña de Mendoza, amplia, hospitalaria, imponente y acogedora. El lugar ideal en el momento justo: otoño.

 

Es cuando la gente de los pueblos recupera su apacible rutina, entonces los turistas pueden integrarse a la vida natural, hay tiempo para unos matecitos, o un buen vino junto al hogar. Una charla amena con el baquiano, las tortitas caseras y las gallinas ruidosas correteando.

 

Donde el otoño nos lleve

Hacer turismo en Mendoza durante esta mágica estación, puede ser más o menos intenso, según el destino que se elija. Si la montaña nos llama, Uspallata es siempre el mejor lugar, pequeño pero versátil, ofrece comodidades y un espectáculo único de cumbres, ríos e historias.

Si preferimos un espacio donde el piedemonte y la ciudad se rocen como enamorados, para tener todo al alcance, el Challao es el hijo predilecto de la provincia, con sus paisajes y su tranquilidad, enlaza los cerros y pequeñas quebradas, con la modernidad exultante de la Ciudad de Mendoza.

 

Para recomenzar el año, disfrutar el otoño en Mendoza nos renueva, nos vuelve contemplativos, olvidando el estrés y respirando el fresco aire de la montaña cuyana. Es fácil dejarse llevar por una tonada, un Malbec y un atardecer, es fácil ir donde el otoño nos lleve.

 

Fuente: CEAC La Revista