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Paramillos: las minas que esconden asesinatos, mitos y misterios

Paramillos
Aventuras en Paramillos

Aventuras en Paramillos

A más de 2.600 mts de altura, las minas de Paramillos esconden mitos que forman parte del inconsciente colectivo, especialmente de los mendocinos.

 

El emplazamiento de las minas de Paramillos se encuentra a más de 2.600 metros de altura, ubicado a 24 km de Uspallata, provincia de Mendoza, sobre la margen norte de la exruta nacional N.º 7 (actual ruta provincial N.º 52).

En el siglo XVII llegaron los conquistadores españoles y los misioneros jesuitas a este lugar en búsqueda de minerales al que llamaron “Paramillos”, diminutivo castizo de “páramo” o lugar desolado.

Se calcula que las antiguas minas de Paramillos de Uspallata (de donde se extraía plomo, plata y zinc) fueron descubiertas en 1638. Sin embargo, hay quienes sostienen que pudieron haber sido explotadas anteriormente por los huarpes y posteriormente por los incas, que manejaban muy bien la minería y quienes hasta habrían inventado un novedoso método para extraer plata.

Estas minas son consideradas la primera explotación minera de la Argentina y una de las más antiguas e importantes de lo que fue el Virreinato del Río de La Plata.

A propósito de los aborígenes, una de las versiones que más circula por la zona es que los jesuitas, primero, y los españoles, después, se aprovecharon de estos pueblos originarios y los utilizaron como mano de obra barata en condiciones paupérrimas por lo que muchos jóvenes huarpes perdieron la vida.

 

El Robin Hood de Mendoza

Más allá de la historia, estas minas esconden algunos mitos que forman parte del inconsciente colectivo, especialmente de los mendocinos.

Uno de los casos remite a Gaucho Cubillos, que para algunos se trataba de un ladrón y para otros, totalmente a la inversa, era una especie de Robin Hood de estas tierras. Este hombre, finalmente, fue asesinado en las ruinas de las minas de Paramillos por la policía. Precisamente en el lugar donde fue abatido se colocaron un crucifijo metálico, flores de plástico y ofrendas lo que convirtió al sitio en un santuario que es visitado por cientos de fieles.

La gente de la zona, además, menciona la historia de El Timoteo, un ladrón del litoral del país que mientras escapaba de la policía buscó refugio como trabajador en estas minas. Finalmente, según dice el boca a boca popular, la policía, que sabía de su nueva vida, lo habría dejado tranquilo gracias a su buen comportamiento. Sin embargo, unos años más tarde se produjo el asesinato de un minero y como su pasado lo condenaba El Timoteo tenía todos los números comprados para ser el autor del crimen. La leyenda dice que la policía lo fue a buscar, mientras él se metió en los túneles de la mina. Con la intención de atraparlo, los oficiales sellaron las posibles salidas y el hombre nunca volvió a salir. Se trata de un misterio jamás develado.

 

¿Cómo están las ruinas actualmente?

Entre 1908 y 1913 el Dr. Villanueva, miembro de una aristocrática familia mendocina, compró la mina y durante su mandato como gobernador de Mendoza se profundizaron los túneles para explotar las 40 vetas minerales (fracturas o grietas rellenas con mineral) trabajos que fueron abandonados en la década de 1940.

La mineralización, de tipo hidrotermal, está compuesta principalmente por sulfuros: blenda, galena, pirita, calcopirita, tetraedrita y siderita.

Actualmente, las ruinas que se conservan corresponden a la obra que se llevó a cabo en 1889 y se pueden apreciar los restos de lo que alguna vez fue el campamento, la planta de concentración y las piletas en donde se lavaba el material. Hoy en día este sitio fascina con sus ruinas a quienes lo visitan e invita a la aventura de penetrar en sus minas llenas de historias y de misterios.

 

Fuente: La Nación, por Alejandro Gorenstein