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Primavera Decero

Suena el despertador y, como nunca, genera pensamientos positivos en contraposición a las ganas de revolearlo contra la pared que es lo habitual en las restantes 52 semanas del año. Claro, es obvio: estamos en Mendoza, con amigos, disfrutando de lo que nos apasiona.

 

No vale la pena perder tiempo en contarles lo que significa cinco hombres durmiendo en un mismo espacio y con un solo baño. Tal vez sea tema para otra nota o…. no, mejor no. No perdamos el foco: una ducha, un rápido desayuno y de nuevo a la ruta, que nos espera un día intenso para disfrutarlo.

 

De música no tan ligera

“No es lo mismo el otoño en Mendoza,

hay que andar con el alma hecha un niño

comprenderle el adiós a las hojas

y acostarse en su sueño amarillo”

 

Así comienza aquella Tonada del Otoño que tan bien interpretara Mercedes Sosa. Y es muy cierto: el otoño en Mendoza es único e inigualable. Pero la primavera está ahí nomás, un pasito detrás.

 

La primavera en Mendoza te regala los primeros brotes, las vides se tiñen de verde, las acequias se inundan con el agua fresca y blanca del deshielo, la vida resurge como si fuera un gran acto de magia. La primavera es empezar de cero. 

 

Primavera Cero cantaba Gustavo Cerati en Soda Stereo. Y esa idea de que «siempre vuelve a dar nuevas chances, una vuelta más» resuena en mi cabeza mientras subimos nuevamente a la ruta 40 rumbo a Agrelo. Primavera Cero suena en nuestros oídos y explota en nuestras gargantas. Viajar cantando es viajar contentos.

 

De Suiza con amor

Luego de viajar unos 37 kms por la ruta 40 y la ruta 7 llegamos a nuestro destino. Finca Decero está ubicada en lo que se denomina Alto Agrelo, la parte oeste de esa región. De capitales suizos, e debe su nombre justamente a empezar de cero, desde la tierra virgen e inculta, y a partir de esto elegir qué cepas cultivar y qué vinos elaborar.

Decero se rige por tres principios que respetan a rajatabla: entender al máximo el lugar en el que están, desarrollar una viticultura sustentable que genere el mínimo impacto sobre el medio ambiente y elaborar solo vinos tintos de cepas que se adapten perfectamente al microclima de Agrelo.

 

Eso se ve reflejado en cada momento: los viñedos son simétricos, perfectos, cada uno con su orientación particular según las características del suelo. El hermoso parque que rodea a la bodega está poblado por decenas de aguiluchos que son parte del ecosistema del lugar, y por último los vinos son generosos, expresivos, elegantes y de gran cuerpo, tal como uno se imagina a los vinos surgidos de esa región. 

 

Lo primero que me sorprendió fue la estructura edilicia de la bodega. Construida con piedra a la vista, techos de tejas y rodeada por un hermoso parque, cuenta con un diseño arquitectónico que se integra perfectamente al paisaje, respetando la imponente vista de la montaña. Está conformada por tres bloques unidos entre sí por amplios corredores: uno para la parte de turismo con un restaurante que debe ser de los más lindos de la zona, otro para la parte de administración y oficinas y el tercero y más grande para la bodega.

Todo eso admirábamos ni bien nos bajamos del auto, cuando por uno de esos corredores apareció Tomas Hughes, enólogo de la bodega, para recibirnos con una gran sonrisa como si nos conociéramos de toda la vida.

De camino al viñedo, Tomas nos contó sobre la filosofía Decero, de lo mucho que disfruta de su trabajo y un montón de cosas más que me hicieron lamentar no haber estudiado enología para poder trabajar en un lugar así. Claro, no todo es color de rosa: los aguiluchos se comen los pajaritos… pero bueno, eso es respeto por el ecosistema.

 

La bodega

Ya con ganas de probar vinos, nos llevó a la bodega donde nos contó cómo el diseño de la misma está pensado para eficientizar al máximo el proceso y que en el momento de la cosecha la uva llegue de la mejor forma posible a su procesamiento.

Una gran patio central une las tres partes de la bodega: una destinada a la elaboración, otra al despacho y la tercera a la cava. Arrancamos por la primera, una hermosa nave central poblada de tanques de acero inoxidable en los que Tomas elabora los vinos y realiza ensayos (atentos a los nuevos lanzamientos de la bodega).

Luego fue el turno de la cava enterrada a varios metros de profundidad y repleta de barricas de 225 litros de primer, segundo y tercer uso.

Mientras íbamos probando distintas barricas, Tomas nos explicó que la selección de las uvas se realiza en el viñedo. Una vez cosechado, se realizan las micro vinificaciones que luego irán en diferentes proporciones a barricas de primer, segundo y tercer uso. Finalmente, realiza el seguimiento de la crianza para elegir cuáles barricas seleccionará para su vino ícono, el A Mano, e ir bajando a los Mini Ediciones, el The Owl & The Dust Devil y finalmente la línea clásica. De esta manera se asegura mantener la máxima calidad posible en cada una de sus etiquetas.

 

De vinos, filetes y pensamientos

Ya estábamos en horario como para conocer las bondades de la carta del restaurante, así que fuimos al primer piso del mismo y mientras nos preparaban la mesa para un almuerzo de pasos con degustación me acerqué a uno de los balcones aterrazados para disfrutar de la imponente vista de la cordillera. En esos momentos es imposible evitar pensar en lo afortunados que somos de poder estar en ese lugar. Ojalá nunca pierda esa capacidad de asombro que me permite disfrutar de días como ese en toda su dimensión.

El llamado a la mesa me trajo nuevamente a tierra. En la cabecera estaba Tommy con seis grandes vinos de la bodega. En cada puesto teníamos seis copas. Solamente con ver esa escena se activaron mis papilas gustativas: vamos a beber.

 

Los vinos

Decero Syrah 2015: Vinificación en tanques de aluminio y de ahí a barricas, un 15% de primer uso y el resto de segundo y tercer uso. Dulce, redondo, con acidez que limpia.

Decero Malbec 2017: Mismo proceso de vinificación y crianza que el Syrah. Frutado, floral y buena acidez. Equilibrio, balance. La cosecha 2015 fue elegida entre como top 100 por la revista Wine Spectator.

Decero Mini Ediciones Petit Verdot 2014: Crianza en barricas 40% de primer uso y el resto de segundo y tercer uso. A mi gusto, el mejor petit verdot de Argentina (por él conocí la bodega)

The Owl & The Dust Devil 2015: 30% de Petit Verdot y Tannat y el resto Malbec y Cabernet Sauvignon. Musculoso y complejo. Estilo americano bien marcado.

The Owl & The Dust Devil 2016: incorpora un 5% de Cabernet Franc. La añada 16 fue menos lluviosa. Más frutado que la añada anterior. Cereza fresca en boca.

Decero A Mano 2014: Se selecciona el mejor 5% de la producción de la finca. 60% Malbec, 30% Cabernet Sauvignon, 5% Petit Verdot y 5% Tannat. Elegante, untuoso, potente, complejo, multicapas. Un Señor Vino.

Fue una tremenda degustación. La generosidad de Tommy para compartir esa mañana con nosotros fue agradecida por todos y los saludos de despedida fueron acompañados por sendas invitaciones a visitarnos en Buenos Aires. Ojalá pronto pueda contarles en este espacio sobre el reencuentro.

 

Los platos

Una vez que Tommy se retiró para continuar con su trabajo llegó el tiempo de disfrutar de un rico almuerzo.

El plato fue un filet mignon en un punto increíble que venìa acompañado por un puré de papas y arvejas cítrico, tomates cherry, cebollas dulces y maíz ahumado. Sublime ese filet, me hubiera comido dos kilos.

El postre no podía ser menos: primero un pequeño sorbete de maracuyá como para limpiar el paladar de sabores y luego un cappuccino que en realidad era una crema de café con un chocolate húmedo, escamas de coco crocantes, polvo de algarroba y helado de vainilla. BOMBA. Todavía perdura en mi memoria sensorial la intensidad del café y el chocolate con la cremosidad del helado.

 

Goles suenan a la distancia

Los vinos nos acompañaron durante todo el almuerzo y la sobremesa. El paisaje nos invitaba a sentarnos en la terraza con una copa en la mano y la vista perdida en el horizonte. Vuelve a mi mente la letra de aquella tonada del principio de la nota cuando dice «el paisaje reclama por fuera nuestro tibio paisaje de adentro». No encuentro mejores palabras para definir ese momento.

El viaje continuaba su marcha. Subimos al auto dejando atrás la primavera en Decero, sus aguiluchos y sus grandes vinos. Sabíamos que ese sería uno de los tantos puntos altos del viaje, de esos que nunca se olvidan.

 

 

Fuente: Blog “acercate al vino” de Ale Lahitte