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Puente del Inca y la belleza del poder

Debo reconocer que la Ruta 7 en septiembre intimida. No es algo de todos los días pasarle de cerca al Cerro Aconcagua, que con sus casi siete mil metros sobre el nivel del mar parece presumir ser el emperador de la Cordillera de los Andes.

 

Tengo la sensación de estar adentrándome en algo con mucho más poder del que ni siquiera podría imaginar. Aunque sea inconscientemente, al trepar las montañas más altas del continente me siento como una de esas aves que se posan sobre el lomo del elefante para alimentarse. Un paso en falso y ¡zas!, no sos nada.

A cuenta gotas empiezan a aparecer las primeras manchitas blancas al costado del camino, pero uno sabe que adelante hay más, mucho más. No es algo común, me dijeron. Tanta nieve en esta fecha es un punto a favor para aquellos que denuncian los daños que el cambio climático le produce al mundo. Hacía más de una década que el hielo no cortaba el paso fronterizo en esta época del año y eso no pronosticaba buen augurio para recorrer las altas cumbres a dedo.

Ibamos Río Mendoza arriba, subidos a un bus con destino a Las Cuevas parando en todas las estaciones intermedias. Debíamos ser muy estratégicos sobre cuál elegir dado el mismo vehículo llega a destino y regresa; y teniendo en cuenta que es el único de todo el día, no queríamos quedarnos varados en medio de la cordillera. El plan era bajarnos antes y ganar tiempo hasta que pase de vuelta. La ecuación era simple: cuanto antes, más tiempo pero menos altura.

 

La palidez va tomando el entorno estrepitosamente, hasta que al girar en una curva se abre la vista al paisaje soñado, eternamente nevado.

 

Punta de Vacas es la primera parada. No, muy temprano. Entre curva y contracurva, llegamos a Los Penitentes. Tercera parada, Los Puquios. Finalmente nos plantamos en Puente del Inca.

Descendimos junto a un grupo de soldados que les tocaba cambiar el turno del puesto de Gendarmería ubicado al costado de la ruta. Hay un arco que da la bienvenida y todo un barrio de casitas iguales, de techo de chapa a dos aguas pintadas de verde que alojan a los soldados durante toda su estadía.  Me pregunto como será la vida allí en el invierno, en medio de esos gigantes. Hay una parte de mi que la cree fascinante y otra que la sospecha escalofriante. Un rotundo primer golpe de viento helado, hace que el frío traspase todo el abrigo (inadecuado, por cierto) que llevaba puesto.

 

Puente del Inca es un fenómeno natural único en Sudamérica, tanto que hasta el mismísimo Charles Darwin se aventuró a estas latitudes para investigarlo a finales del siglo XIX. Básicamente, se trata de un puente de hielo petrificado sobre el Río Cuevas.

 

Les explico cómo funciona esto:

En la zona hay varias fallas geológicas abiertas (digamos que grietas en la montaña) por donde se filtra el agua de lluvia y de deshielo hasta alcanzar una gran profundidad. Por la extrema temperatura del subsuelo, se calientan y la presión las devuelve a la superficie como aguas termales cargando una buena concentración de sales minerales y óxido de hierro. Por ello todo lo que cubre el agua lo envuelve de ese color anaranjado tan característico. Algunos lugareños suelen dejar distintos objetos cotidianos sumergidos durante varios días para petrificarlos y luego venderlos como recuerdos en los puestos de la ruta.

Ahora bien ¿Cómo es que se formó el puente? La teoría indica que en la era posglaciar, todo el cauce del río se congeló. Luego, por causa de distintos aludes y desprendimientos se formó una fina capa de sedimentos y piedras que las propiedades minerales transportadas por el agua se encargaron de cementar formando una especie de «puente» una vez que el hielo se derritió. Desde épocas precolombinas, los originarios de estas tierras lo utilizaban, tanto como a sus aguas a las cuales consideraban como medicinales, por ello se le adjudicó su nombre.

A principios del 1900 una companía inglesa desarrolló el ambicioso ramal del tren trasandino, una obra de ingeniería majestuosa para la época. Puente del Inca fue una de sus estaciones. Con la llegada del ferrocarril, se instaló en 1925, un exclusivo hotel con complejo termal que alojaba a las personalidades más importantes de la alta sociedad. El hotel vivió los vaivenes de las historia del país hasta que finalmente pasó lo que pasó.

Un 15 de agosto de 1965 a eso de las dos de la tarde una tormenta desató un alud, que según cuentan fue el más tremendo que se haya visto. Una ola de nieve y escombros sepultaron al hotel causando varias víctimas. De toda la tragedia, sola y milagrosamente se salvó la iglesia, que exceptuando algunos vidrios rotos no sufrió ni un rasguño y aún sigue en pie como prueba fehaciente de los mitos y leyendas que se crearon a su alrededor. Todo fue abandonado, dejando como fantasmas, las ruinas de los baños termales y del tren.

Mientras camino por las vías oxidadas, observo en 360 grados la belleza y el inmenso poder que me rodea. Los durmientes quebrados, los puentes retorcidos, las casas derrumbadas evidencian la capacidad de destrucción de la naturaleza. Me abstraigo por un momento. Me gusta mirar las cumbres cuando el viento les hace volar la nieve fresca como si fuese una nube de harina. Allí arriba parece encontrarse lo sublime, la calma, el silencio, el mismísimo paraíso. Pero al mismo tiempo puede ser abismo, sólo basta con volver la mirada a lo terrenal y visitar el cementerio de los andinistas. La Cordillera de los Andes seduce y engaña como el canto de las sirenas a Odiseo. La tentación será siempre del hombre. La última palabra, de la montaña.

 

¿Cómo llegar?

Puede ser mediante una excursión contratada con alguna agencia oficial. Si desean ir por su cuenta, hay empresas de autobuses regulares que van desde la ciudad de Mendoza hasta Las Cuevas. Ese mismo bus va parando en Potrerillos, Uspallata, Penitentes, Puente del Inca, etc. Tengan en cuenta que no hay muchos por día y que por este motivo, es muy difícil recorrer todos los atractivos en un día.

 

¿Qué hacer?

El circuito de Alta Montaña tiene muchas actividades y lugares para visitar. Pueden ir a Los Penitentes para esquiar. Puente del Inca es un lugar muy recomendable por su belleza natural. Allí pueden también pueden visitar el cementerio de los andinistas o comprar artesanías. A pocos kilómetros se encuentra el Parque Nacional Aconcagua, para los amantes del turismo de aventura (sólo abierto al público en temporada de verano).

 

Gastronomía y alojamiento:

Tanto en Puente del Inca, como en otros parajes de la ruta hay hoteles y hostels, así como también restaurantes para comer. Esto les puede servir para planificar un viaje de varios días por la zona.

 

Algunos datos más:

Si llegan a ir en invierno, es fundamental tener ropa y/o botas para nieve. Se pueden alquilar por día en Uspallata.

 

Fuente: Irandando, blog de viajes