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Rafting y otras aventuras mendocinas

Actividades de aventura en Mendoza

Actividades de aventura en Mendoza

Y si no te animás, que te muestren la cordillera y te den vinos y empanadas como nunca manducaste…recordá esta nota cuando la vacunación rehabilite el turismo.

Si, ya sé, manducar solo aplica a lo que se mastica, pero no te me pongas en exquisito ni en lunfardista, pues ese verbo es castizo a reventar. Pues bien, si tenés en el debe a esa provincia argentina, en cuanto termine todo esto andá como puedas, en avión, manejando o en autobús. El largo viaje es también una aventura.

El rafting parece un deporte extremo, pero no lo es. Los ríos que bajan rugientes desde la cordillera te llevan aunque no lo quieras, los gomones aguantan cualquier cosa y quienes te cuidan no son tipos cualquiera, son mendocinos super profesionales y simpáticos a menos que se te ocurra ponerte a elogiar a los porteños o los santiagueños. Si te cayeras al torrente, no te preocupes, ponés los pies para adelante y dejás que el río te lleve, capaz que hasta tenés suerte de que te salve una mendocina. Cuando te revises, no tendrás ni un machucón y ni siquiera un susto. A menos que en medio del torrente, trates de resistir y trates de agarrarte de una roca filosa. Si te pasa eso, las lastimaduras te las merecés por belinún.

Pero si querés sustos de verdad, tomate una expedición al Aconcagua. Si tenés vértigo se te pondrán los pelos de punta… pero tampoco habrás experimentado riesgos a menos que seas un inconsciente completo y hayas desobedecido indicaciones. ¡Ni se te ocurra escalar por cuenta propia o elegir alguna oferta baratita! En fin, ¿qué más te puedo decir? Si encontrás un deporte que no se practique en Mendoza, te regalan una botella de vino en todas las bodegas donde denuncies semejante pecado turístico.

Un primer consejo: tené paciencia cuando te hablen de las acequias. No se cansan de hacer eso y vos bancarás alegremente las primeras dos horas de descripción de ese aporte arquitectónico y agrícola que viene desde los incas, que también anduvieron por aquí y dejaron huella. Esos desagues cristalinos, ese derroche inaudito que desmayaría a un sahariano, es lo que permite que la nieve de las montañas continúe su camino hacia el mar sin inundar Mendoza… y sin aguarnos los vinos.

¡Qué vinos! Mendoza destina más de 140.000 hectáreas a la producción de vinos y produce el 70% del total argentino. Hay excursiones a la Ruta del Vino, o más bien a las innumerables rutas del vino, pero si te animás a alquilar auto la pasarás de novela en una provincia que hay que recorrerla paso a paso para impregnarse de un paisaje sorprendente para un viajero de la planicie uruguaya. Eso sí, no te vayas a hacer el loco con el auto en la cordillera, mirá que a la altura hay que respetarla.

Volvamos al vino; al centro-oeste hay numerosas bodegas equipadas para el turismo, incluyendo hasta hospedaje. Por el sur corren los ríos Diamante y Atuel, también sembradas de bodegas estupendas. Te lo aclaro desde ya; podés encontrar vinos sublimes, pero no encontrarás vinos malos en Mendoza. Y empanadas tampoco, pues van de la mano y siempre aparecen cuando alguien destapa una botella. Dale con fe, pues son empanadas super caseras, naturales y saludables.

Guardate algún día para ir al Centro de Esquí Las Leñas, a 450 kilómetros de la capital, con 27 pistas y un parque de snowboard. También tenés Los Penitentes a 170 kilómetros, pero menos afamado. Igual que con el rafting, no es necesario que seas un experto. Acá te enseñan todo, te protegen y te ayudan a sacar fotos como para que puedas presumir de esquiador experto. Y si no te animás, igual andá a Las Leñas, no solo por el paisaje, sino por la gastronomía y la actividad nocturna.

Con la complicidad del sol y la presencia tutelar del Aconcagua con casi 7000 metros de altura, Mendoza tiene numerosas leyendas generalmente inspiradas en su insólita geografía. Curiosamente casi todas ellas  tienen origen en el valle del río Malargüe que, por otra parte, es excelente para el rafting. Personalmente la que más me gusta, por el paisaje que por el cuento, es la de el Pozo de las Animas.

Está en Malargüe y es una formación geológica debida a la erosión de depósitos subterráneos de yeso. Con el tiempo el terreno se hunde lentamente sobre enormes cavernas. El mayor de los pozos tiene un diámetro de 200 metros y una increíble profundidad de 80 metros. Encerrada entre cumbres, cuando el viento sopla se sienten gemidos que la tradición adjudica a los quejidos de las almas de quienes perdieron la vida en la cordillera. Es sabido por acá que la explicación geológica es una gran mentira para ocultar lo que en realidad ocurrió, que no fue un hundimiento progresivo sino repentino, gracias a la voluntad de los dioses que protegían un poblado indígena en Los Molles. Allí llegó otra tribu para asolar el lugar y ellos huyeron aunque sin esperanza. De pronto escucharon un estruendo y cuando volvieron sobre sus pasos encontraron a sus enemigos agonizando en el fondo del Pozo de las Animas. ¡Qué me venís con capas freáticas y otras zonzeras!

Igual de apasionante es La Caverna de las Brujas, también cerca de Malargüe y si te da por la espeleología este es tu lugar, pues solo se exploraron 5.000 metros y se supone que hay mucho más para descubrir. La Laguna de la Niña Encantada, una formación petrificada que en cierta parte asemeja a ¡cuándo no! una princesa indígena divinamente castigada por amor. Los Castillos de Pincheira son otra arquitectura fantasmagórica de la naturaleza, esta vez a respetables 2.000 metros de altura entre el río Malargüe y el arroyo Pincheira. Hay leyendas indígenas, por supuesto, pero más interesante es la que refiere a los Pincheira, unos bandoleros locales que habrían dejado enterrado un tesoro con la indicación de que debía encontrarlo un turista uruguayo.

A pie o a caballo la aventura está en el trekking y las cabalgatas andinas dice la web oficial del turismo mendocino. Los senderos son inagotables y las ofertas de cabalgatas asistidas son interminables, llegando al extremo de ofrecerse la travesía de los Andes con el mismo rigor que la soportó el ejército libertador del General San Martín. ¿Rappel, mountain bike, escaladas, tirolesa, four trak, overlanding, windsurf, esquí acuático, pesca deportiva, parapente, ultralivianos, sobrevuelos en avión o helicópetro y hasta en globo? Eso y todo lo que quiera o abarque tu imaginación.

Una de las cosas más difíciles del mundo es encontrar a un mendocino haragán; así que donde hay una oportunidad de atraer turistas, allí hay un emprendedor que además, tiene buena onda.

Y lo fantástico con los mendocinos es que somos absolutamente complementarios, pues así como a nosotros nos deslumbra la cordillera, a ellos los deja extasiados el mar. Y como se sabe, además de otros factores en este caso regionales y personales, el agua chilena del Pacifíco es fría como el diablo hasta para un mendocino. De manera los viajes favorecen en ambos sentidos y particularmente, estimulan una amistad que merece ser puesta a punto en alguna parrillada o en algún horno bien surtido de empanadas con carne cortada a cuchillo. ¡Y no te me olvides de las pasas de uva ni de las aceitunas! Nosotros les encajamos un tannat y ellos nos responden con un malbec. ¡Salú!

 

Fuente: El País Viajes, por Guillermo Pérez Rossel