image

Salentein, un castillo holandés en el Valle de Uco

Cava bodega Salentein
Bodega Salentein

Bodega Salentein

Salentein, la bodega esparcida sobre 2000 hectáreas del Valle de Uco, en Mendoza, debe su nombre a la tierra de origen de sus dueños. En aquella porción de territorio holandés, propiedad de la familia Pon, hay un castillo, cuyo escudo se convirtió en el distintivo de la marca de vinos argentinos.

Una reseña breve de la historia de la bodega dice que su dueño, el señor Mijndert Pon, holandés, llegó en la década del 90 al Valle de Uco. Tiene tres fincas: El Portillo, donde elabora vinos jóvenes; La Pampa, vinos de alta gama; y San Pablo, al pie del Cordón de Plata, que es la más alta y solo tiene viñedos. Las diferentes altitudes dan distintos tipos de suelo y, con ello, uvas de maduración única. Es habitual calificar los vinos de acuerdo a la finca de donde provienen, una costumbre muy francesa.

Las tres fincas irrigadas con agua pura de deshielo de la cordillera de los Andes, al fondo de la postal de los viñedos, son la reminiscencia de una lejana tierra europea. Pero las particularidades locales son las que hacen del lugar un ambiente único para el desarrollo de la vitivinicultura. En los 22 kilómetros que abarca Salentein de Este a Oeste, los viñedos se ubican a una altitud que oscila entre los 1050 y los 1700 metros sobre el nivel del mar. La extensión da lugar a cinco microclimas con distintas temperaturas, elevaciones y suelos diversos, que favorece la maduración de distintas variedades de uvas, que ocupan actualmente una superficie de 800 hectáreas. El suelo se reparte entre una decena de varietales: Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot, Cabernet Franc, PetitVerdot, PinotNoir, Pinot Meunier, Chardonnay, SauvignonBlanc y Gewürztraminer.

Parte del territorio donde se erigió el emprendimiento de capitales holandeses fue explotado por los jesuitas, a principios del siglo XVII. La finca San Pablo era parte de la estancia De Arriba, que pertenecía a la Compañía de Jesús. Todavía están allí las ruinas de la “Casa grande”, rodeadas por una añosa arboleda. Salentein continuó el legado de la orden religiosa.

En Mendoza, la bodega fue ampliando su terreno a lo largo de los años. En 1995 adquirió la primera finca, con 80 hectáreas de viñedos plantados entre 1977 y 1979. Al año siguiente, Salentein compró la segunda finca y la cubrió de nuevas plantaciones. En 1997, completó el total de su superficie, donde construyó la bodega en forma de cruz, en homenaje a las raíces religiosas del valle.

Allí se elaboran diferentes líneas de vinos tintos y blancos con las marcas Salentein, Killka y Portillo, y espumantes.

En ese rincón de Mendoza, Salentein también construyó un espacio de arte y una posada para refugiarse y disfrutar de la paz de las montañas.

 

Salentein, alta gama de vinos

El edificio, de refinada estética, se recorre junto a la amabilidad, dedicación y conocimientos de sus guías especializados.

A la jerarquía internacional que han logrado los vinos de la bodega Salentein se agregan sus espacios Killka y la arquitectura sobresaliente de sus fincas del Valle de Uco.

La primera impresión fue impactante: recorrerimos la finca La Pampa, una moderna construcción en la que lo primero que encontramos fue Killka, su rincón cultural con sala de arte de exquisita factura y obras muy valiosas.

Junto a una guía especializada, realizamos un recorrido por los sectores más relevantes. Salimos al exterior y caminamos entre viñedos para acceder a la sala de elaboración, mientras nos contaban acerca de las características de las vides, los suelos y las condiciones que necesitan para su desarrollo armónico. El riego se realiza por goteo, para lo cual cuentan con reservorios de agua de deshielo y acueductos subterráneos de gran pureza.

La finca que visitamos, además de su sala de arte, cuenta con una capilla y yendo hacia la montaña está la posada desde donde se realizan varias actividades. En la San Pablo, se pueden realizar cabalgatas entre los viñedos, algo muy apreciado por los turistas.

La cava, en el subsuelo, puede verse desde un gran balcón que permite apreciar las barricas en círculo y el dibujo de la rosa de los vientos en el sector central, junto a un piano de cola. Es un lugar sin igual, de acústica perfecta, en el que se realizan dos espectáculos musicales al año, dentro del Camino del Vino. Nos dejó una sensación fantástica, ya que allí se unen cultura y vinos de una manera sutil, deslumbrante.

Con tiempo y detenimiento, compartimos una degustación que nos llevó a entender aromas, texturas y sabores de estos vinos algo especiados debido a la tierra mineral, temperatura y altitud. Aparecieron las consultas y se entabló una conversación excelente, con notable grado de conocimiento de etiquetas por parte de algunos.

Llegó el esperado momento del almuerzo en el restaurante Killka. Los grandes ventanales y la vista hacia un parque muy verde, un mar de viñedos y plantas autóctonas acompañaron el menú de cuatro pasos realizados por chefs expertos. En una mesa impecable compartimos cada uno de los vinos elegidos para acompañar los platos; entre los comensales, compartimos ideas y sensaciones del paladar acerca del balance y armonía de las etiquetas con las características de los alimentos.

Antes de salir, compramos algunas botellas para deleitarnos con ellas en nuestra casa y recordar nuestro día en Salentein.

La bodega Salentein no recibe a sus visitantes en forma directa. Se debe ser parte de un tour de vinos o llegar con reserva previa.

 

Fuentes: La Nación y Welcome Argentina por Mónica Pons/  Eduardo Epifanio