En San Rafael, a pocos metros de la ruta 144, se avizora un enorme espacio cubierto por un manto blanco. Es la sal, de las Salinas del Diamante.
Ubicadas en el distrito El Nihuil, las Salinas del Diamante son una de las Áreas Naturales Protegidas en la provincia de Mendoza. Se trata de una enorme mina de sal a cielo abierto, situada a 68 km de la ciudad de San Rafael. A este lugar se accede a través de la RN 144, a la altura del kilómetro 744, a lo lejos, se puede ver una especie de laguna pero que, a medida que nos acercamos, se va haciendo cada vez más blanca, hasta mostrarse como una enorme porción de suelo salado, literalmente.
La ruta de acceso es toda de asfalto, sólo hay un camino de 400 metros de ripio tras el desvío de la ruta que anuncia el ingreso a las salinas. Se llega con el auto hasta un estacionamiento al reparo de los rayos del sol, y de fondo ya se puede ver los rastros de lo que supo ser una laguna que hoy pinta el suelo de blanco. El predio actualmente es privado, y se cobra entrada para visitarlo.
Origen
Las Salinas del Diamante son la consecuencia de un mar que se secó. Y más de uno se estará preguntando de qué mar estamos hablando, siendo que la provincia en cuestión es Mendoza. Para explicarlo hay debemos remitirnos a tiempos pasados. 66 millones de años, más precisamente. En aquel entonces, el mar cubría el área donde están las Salinas del Diamante. Sin embargo, el movimiento de las placas hizo que gran parte de esa agua se escurriera, dejando sólo una pequeña laguna marina en el sector. Millones de años después, esa agua se evaporó, dejando los sedimentos salados a cielo abierto.
Explotación turística
Como hemos advertido, la explotación del lugar es privada. La familia Remaggi-Maturana, dueños del lugar desde 1886, decidió armar un pequeño museo de la sal en 2005, con datos históricos del lugar y sales provenientes de distintas salinas del mundo.
Si bien antes las personas podían llegar a orillas de las Salinas del Diamante, no encontraban ningún tipo de información, debido a que nadie tenía tiempo para ponerse a explicar todo persona por persona. Así, este centro de interpretación narra la historia del sitio y como impulsó la economía de la zona.
Se pueden observar variedades de sal de las cuatro salinas más significativas de América: la de Bolivia (Uyuni), la de Atacama en Chile, Maras en el Perú y nuestras Salinas Grandes en el Norte Argentino. El lugar aporta mapas interpretativos, y un puesto de venta de las Sales de los Andes saborizadas con hierbas de la zona, con limón y tomillo o con especias tradicionales. Asimismo, para quienes gustan de los baños de inmersión.
El momento más impactante de la visita es cuando se procede a caminar sobre la enorme salina, cuenta aproximadamente con unas 1500 hectáreas de espejo de agua y tres mil de superficie total. Una verdadera laguna de sal.
Paso tras paso, se siente bajo los pies una extraña sensación ya que la dureza de la sal se mezcla con el agua propia del lugar, dejando huellas de calzado a lo largo del recorrido que lucen más oscuras que el resto del terreno.
Si se tiene suerte de llegar un día nublado, no habrá tanto resplandor. Lo ideal es asistir con lentes de sol que protejan la vista para poder recorrer mejor la salina y llegar a sitios donde el proceso de evaporación del agua ya está avanzado y la sal se ve más blanca.
Además, hay un proyecto para realizar astroturismo, ya que la salina ayuda a lograr mejores visualizaciones y paseos en globo.
Fuente: Ser Argentino por Exequiel Nacevich