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Salir a la ruta en Mendoza (parte 1)

Dos propuestas de road trips en nuestra bella tierra. Montañas, valles, bodegas e historias, una combinación que nunca falla.

 

Muchas veces al viaje lo hace la ruta misma. Y si no, basta recordar las aventuras de Jack Kerouak en su libro “En el camino”. En esta nota proponemos algunos road trips por la provincia porque, para viajar, no es necesario irse (muy) lejos. A veces, con preparar el mate y salir a la ruta es suficiente.

 

A Uspallata vía Villavicencio

La ruta nacional 7 es el camino más común para llegar a Uspallata, aunque no se trata del único. Tiempo atrás, cuando todavía no existía esta carretera que conduce a Chile, la ruta provincial 52 era la que conectaba a la ciudad de Mendoza con el valle lasherino de Uspallata. Hoy, este camino, que supone una distancia aproximada de 100 kilómetros, es una excursión perfecta, cuando el tiempo no apura y las prisas se dejan de lado.

 

El punto de partida para este trayecto es en la Reserva Natural Villavicencio, a 50 kilómetros de la capital provincial, a la que se accede desde Panquehua, pasando por Canota, en donde se dividieron las columnas de Soler y de Las Heras para dirigirse por distintos pasos a Chile. 

 

Conviene cargar gasolina y chequear el estado del vehículo antes de partir porque hasta Uspallata no hay estaciones de servicio.

Una vez en Villavicencio, un camino de cornisa guía montaña arriba. Se trata de 270 curvas que trepan hasta los 3.100 metros de altura.

 

Estos caracoles suponen un mirador natural que -por supuesto- regala unas vistas panorámicas insuperables. Las más de las veces, también ofrece la posibilidad de avistar cóndores y otra fauna autóctona como guanacos, choiques, zorros o maras. En El Balcón, uno de los miradores, puede hacer una pausa y empaparse del paisaje. 

 

Otro lugar para un stop es la Cruz de Paramillos, uno de los puntos culminantes del recorrido y donde estuvo, hace siglos, una capilla asistida por frailes españoles, según cuenta el historiador religioso Agustín Borzi. Aquí puede apreciarse el imponente Cordón del Plata y también el Aconcagua. No se deje confundir por el juego visual de la distancia: ese pico nevado que se yergue a lo lejos es la cima más alta de América.

Muy cerca de allí y, desde 2007, se sitúa el Vía Crucis de Paramillos. Un cartel rememora la presencia huarpe en la zona y la posterior llegada de los jesuitas que aprendieron la lengua y las costumbres de esta comunidad originaria.

 

Para llegar a las ruinas jesuíticas tiene que desviarse del camino aunque el paisaje merece la pena los kilómetros de más. Junto a ellas también se ubican las Minas de Paramillos que datan del siglo XVII y son consideradas entre las primeras del país. Aunque hoy se promocionan recorridos recreativos que incluyen rappel y trekking, centurias atrás, de estas entrañas de la tierra, se extraía plomo, plata y zinc. 

 

De regreso a la ruta, hay dos paradas de interés. Primero, Agua de la Zorra donde Charles Darwin encontró en 1835 el bosque de araucarias de más de 230 millones de años de antigüedad que supuso el primer hallazgo de árboles petrificados en América del Sur.

Segundo, el cerro Tunduqueral y sus petroglifos que señalan la presencia de otras civilizaciones en esta tierra.

 

La antigua ruta 13

Uspallata es también el destino de otro recorrido. La propuesta es la antigua ruta 13, conocida como del Telégrafo, en honor a la antigua central telegráfica que hoy se apoda Casa de Piedra.

Aunque en sus inicios este camino fue pensado y construido por el Ejército Argentino, como una vía alternativa en caso de un conflicto armado con Chile, en nuestros días su fin es puramente recreativo y suele ser transitado por ciclistas y conductores de enduro.

Para realizarlo en plan road trip, lo más recomendable es contar con un vehículo 4×4 ya que el estado de la senda -ripio y piedra- lo exige.

El punto de partida es el barrio Municipal en Las Heras. Una vez más, hay que asegurarse de contar con el combustible suficiente, agua y víveres ya que hasta Uspallata no encontrará estación de servicio, ni negocios, ni ninguna otra cosa más que las vastas y magníficas soledades precordilleranas.

Aguas de las Chilcas es el primer puesto a donde lleva el camino. Unos kilómetros más adelante, unos caracoles suben a la montaña y vuelven a descender hasta Casa de Piedra. Otro punto interesante para realizar una parada y contemplar el escenario. Aunque, sin lugar a dudas, La Laguna de los Cangrejos es el lugar predilecto para una pausa más prolongada.

 

Nuestra recomendación es parar allí y disfrutar de un asado a orillas de este espejo de agua que se alimenta por una vertiente natural. Y, con el estómago lleno, el fuego bien apagado y el corazón encendido, continuar camino. Desde ese punto hasta el destino hay, aproximadamente, 40 kilómetros. Una vez más, la tranquilidad del paisaje es ideal para avistar cóndores, guanacos y fauna local.

El ingreso a la villa de alta montaña es por el Cerro de los 7 colores. Otro lugar que amerita detener el auto y encender la cámara de fotos.

 

Fuente: Los Andes, por Josefina Colombres Garmendia y Celina De la Iglesia