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Toma color el Valle de Uco y despunta la primavera

Uno de los paisajes más impactantes que tiene Mendoza cobra vida con los frutales que florecen al pie de la Cordillera de los Andes.

Montañas tienen casi todos los terruños argentinos. Desiertos, todos, y todos, además, resultan más o menos de altura. Hay uno, sin embargo, que en el último tiempo llenó la boca expertos y consumidores por igual: el Valle de Uco.

No se trata de un descubrimiento reciente. Cultivado desde tiempos coloniales, Uco fue un referente para uvas de calidad a lo largo del siglo XX.

Al sur de Luján de Cuyo, que entonces dominaba con alcurnia y portación de título -Primera Zona, se llamaba-, Uco creció a la sombra de álamos carolinos y olmos en sus lindas calles interiores, entre Vista Flores, El Peral, Eugenio Bustos y La Consulta, por mencionar distritos históricos. Fue en la década del 90 cuando encontró nuevo rumbo.

 

Con la llegada del riego por goteo fue posible plantar arriba de los mil metros, sin nivelar el terreno ni modificar los suelos. Esa resultó la llave hacia la modernidad: los viñedos se extendieron hasta los 1650 metros de altura y permitieron nuevos vinos.

 

Lo más sorprendente, sin embargo, es que las bodegas también se instalaron allá, a más de cien kilómetros al sur de la capital mendocina. Salentein fue la primera de una serie de casas con vistas fabulosas, como Andeluna, Sophenia, Rutini Wines, Freixenet, Zorzal Wines, o las impactantes bodegas del Clos de los Siete, O. Fournier y la nueva casa de Zuccardi.

Lejos de las alamedas del pasado, el Uco moderno -distritos como Los Árboles, Gualtallary, Altamira– ofrece una naturaleza sin domesticar que imprime frescura primaria, aromas herbales y balsámicos a sus tintos. Pero es en blancos donde la realidad se vuelve más notable: su Chardonnay rompe récords gustativos y de precio por elegancia y frescura, como pasa con Catena Zapata White Stone y White Bones, Salentein Reserva, Domaine Bousquet o Atamisque. O los Sauvignon Blanc tirantes y aromáticos, como Doña Paula, Eggo y Alto Sur. O la revolución de las burbujas locales, que tiene en Uco su epicentro. Tanto por el pinot noir como por el chardonnay, cuyo nervio da vida a los espumosos.

Y si ahora la gente habla de Uco es porque el valle habla por sus vinos.

 

Un paseo para disfrutar del paisaje por los Caminos del Vino, deja postales increíbles de los frutales que florecen y los viñedos limpios para esperar los brotes. 

 

Subiendo por Zapata hacia Tupungato, las fincas con el volcán detrás, conforman un paisaje impactante. No todas tienen viñedos, hay frutales que se pintan de rosado y blanco para hacer gala de la primavera que ya llega.

Por La Carrera o por Los Cerrillos también se disfrutan postales magníficas.

 

Si bajamos por Los Cerrilos veremos todo el Valle de Tupungato límpido con la enorme Cordillera Frontal que todavía tiene nieve. Contrastan las arboledas de un verde incipiente que resalta sobre la tierra y los surcos de las viñas todavía peladas.

 

LLegar a los Caminos del Vino por La Carrera (subiendo por Potrerillos) es otro espectáculo. Por este tramo disfrutaremos del Cordón del Plata, La Carrera y luego el Valle de Uco. Por la 89 veremos la antesala de las bodegas Salentein, Andeluna, Domaine Bousquet, La Azul y otras encantadoras bodegas.

 

Vista Flores, El Manzano, Los Árboles, Gualtallary son otros puntos para disfrutar del paisaje, de bodegas, posadas y resturantes. Lugares como Atamisque, el Clos de los 7, el enigmático Monasterio del Cristo Orante (en Gualtallary) o el Manzano son un programa imperdible. 

Fuentes: Guarda14, por Valeria Mendez y La Nación