image

Un viaje por el techo de Mendoza

Mirador del Aconcagua
Atractivos de la Alta Montaña en Mendoza

Atractivos de la Alta Montaña en Mendoza

El tramo final de la ruta nacional N° 7, esos 200 kilómetros que van desde la capital mendocina hasta el límite con Chile, es de las rutas más lindas que tiene la Argentina.

No haber hecho ese trayecto alguna vez podría ser catalogado de herejía, especialmente el tramo que va entre Uspallata y el límite, donde el trazado corta la cordillera de los Andes y las vistas que se tienen son imposibles de describir con palabras. Lo ideal para no perderse de nada es evitar viajar en invierno que es cuando esta ruta suele quedar cerrada unos cuantos días por la caida de nieve. El resto del año, como en tantos otros destinos andinos, la naturaleza regala un crisol de colores que varían de manera importante en cada estación. Particularmente, la primavera tiene un encanto especial.

Este viaje puede encararse directamente por la ruta 7. Luego de pasar Chacras de Coria, el viaje continúa entre los cerros para llegar a las termas de Cacheuta. La ruta, siempre pavimentada y en buen estado, puede llegar a presentar alguna dificultad por la gran cantidad de camiones que la transitan para cruzar hacia el país vecino. Luego, la atracción pasa por Potrerillos y su dique.

También se puede llegar hasta Uspallata por la ruta provincial 52 para pasar por Villavicencio, donde está el famoso hotel cuya figura está plasmada en las etiquetas del agua envasada. Luego se pasa por la zona de los caracoles y por El Balcón, un mirador natural del Aconcagua. Esta ruta termina en Uspallata, donde se une con la ruta 7. Todo este trayecto es de ripio y aunque suele estar en buen estado, hay que tomar las precauciones del caso.

Antes de llegar a Uspallata están las antiguas minas de Paramillos y, entre una y otra, la “Ciudad Fantasmal”. Es un antiguo caserío abandonado que servía de alberge para los trabajadores de aquel entonces. Entre las ruinas también hay algunos restos que se presume, pertenecieron a asentamientos jesuíticos. Las minas fueron desactivadas y hoy se las utiliza para realizar turismo minero con un interesante paseo por los túneles. Entre rocas y minerales, con cascos y linternas, los guías llevan al visitante hacia un mundo de pasadizos laberínticos que pasan por vías, carros y pozos siguiendo las huellas de los antiguos obreros.

Uspallata es la última ciudad importante antes de entrar en la cordillera. Desde aquí se puede desviar para ir al Observatorio Astronómico el Leoncito en San Juan. Pero nuestro recorrido tiene otro objetivo en los Andes.

A 2000 metros sobre el nivel del mar y a 100 kilómetros de Mendoza, Uspallata se levanta al margen del río Mendoza y está surcada por los arroyos Uspallata y San Alberto. Es una ciudad muy visitada porque es el paso obligado para llegar hasta Chile.  En invierno, cuando el cruce se cierra por los temporales, miles de camiones pasan días allí a la espera de las mejoras climáticas.

El camino se va trazando entre los picos más altos. Polvaredas es una pequeña villa que se levanta al costado de la ruta. Surge luego Punta de Vacas, población ferroviaria. A pesar de tener no más de 50 habitantes, Punta de Vacas es conocida mundialmente por los seguidores de Silo conocido como “Arenga de la curación del sufrimiento”. En el 2007 se inauguró allí oficialmente el “Parque Punta de Vacas”. Algunos siloístas consideran que este es un lugar sagrado, no sólo porque fue allí donde tuvo su origen el movimiento humanista, sino por la presencia del monte Aconcagua y también porque se cruzan tres ríos. El río Mendoza nace aquí alimentado por los ríos Las Vacas (fruto del deshielo de los glaciares del Aconcagua), Tupungato y Las Cuevas.

De aquí en adelante la altura sigue aumentando y las laderas de los cerros se tornan más empinadas. Muy cerca está el acceso para el Centro de deportes invernales Penitentes, nombre que deriva de una serie de rocas que en su forma se asemejan a una procesión de monjes rezando.

Antes de llegar al Puente del Inca, se puede hacer un recorrido un tanto morboso por el cementerio de Andinistas donde descansan los restos de muchos intrépidos que fallaron en el ascenso.

A 2720 metros se encuentra la maravillosa postal del Puente del Inca, donde están las ruinas del antiguo hotel destruido por un alud en el año 1969. Allí también están los pozos termales con sus aguas de color ocre y sus poderes curativos, hoy cerrados al público por el peligro de derrumbe que tiene la zona. El Puente del Inca, el famoso puente que se “hizo solo” sorprende por su perfecta forma arqueada y sus 50 metros de largo por treinta de ancho que atraviesa el río Las Cuevas. Luego del desastre meteorológico solo quedó en pie una capilla y ahora hay una pequeña posada que es muchas veces usada por los andinistas que se comienzan a preparar para la gran aventura.

A Chile por el túnel

Siguiendo el ascenso y listos ya para llegar al límite con Chile, unos 5 kilómetros más adelante sale un camino hacia la derecha que, cuando hay buen tiempo conduce a la imponente Laguna de los Horcones, alimentada por manantiales subterráneos. Aquí se llega a la puerta de entrada del parque nacional Aconcagua. Quienes no piensan subirlo pueden admirarlo de cerca desde un mirador en la ruta o entrar al parque y conocer las instalaciones desde dónde salen los temerarios andinistas.

La ruta 7 va llegando a su final y antes de llegar al túnel, Las Cuevas es el último poblado que se levanta en el territorio argentino a unos 3100 metros de altura. Es una villa alpina de la década del 50 con sus típicas construcciones de tipo nórdico con techos de tejas rojas que dan un colorido especial al paisaje.

Desde allí sale un camino de ripio y extremadamente sinuoso de 9 kilómetros que asciende a los 4000 metros de altura dónde se levanta la imponente estatua del Cristo Redentor.

Tan sólo atravesando el poblado comienza el Túnel Internacional Cristo Redentor que conduce a la localidad chilena de Los Andes y marca el fin del territorio de la República Argentina y el fin de este recorrido clásico mendocino.

 

Fuente: Tiempo motor