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Una aventura para vivir la Cordillera

Aconcagua - cordillera

Potrerillos, el cerro Aconcagua y Puente del Inca, acompañan el trayecto de la ruta 7 hasta Las Cuevas.

Instalada definitivamente en la identidad de Mendoza y su gente, la uva reúne varias cualidades que ayudan a definir el perfil de esta provincia llena de vitalidad: tiene brillo, color, consistencia y un dejo dulzón que seduce. Esos argumentos, simples y contundentes, son replicados por el paisaje mendocino en el Circuito de Alta Montaña, incluso más allá de las últimas hileras de viñedos, donde la Ruta del Vino se borronea y la Cordillera de los Andes se instala en el centro de la escena, para empezar a imponer su portentosa presencia.

El contraste entre el promocionado universo de las bodegas y la secuencia de laderas, valles y picos uniformados por la nieve no se vislumbra en la salida sur de la capital provincial. La avenida Belgrano traspone los barrios periféricos, sigue como Corredor del Oeste y corre por delante de la precordillera, las discotecas de Chacras de Coria y las plantaciones de vid de Luján de Cuyo.

Más adelante, el frío pasa a ser un tema menor en las piletas, las escalinatas y los senderos del Parque de Agua Termal de Cacheuta, copados por el griterío sostenido que disparan chicos, adolescentes y grupos de jubilados. Son los generadores de una alegre atmósfera familiar, extendida a los puestos de los artesanos que ofrecen cestos de mimbre y sopaipilla (torta frita), un restaurante que ganó fama por sus cervezas artesanales y los sándwiches de lomito y milanesa y sólo se atenúa en los caminos que trepan la montaña recubierta de piedra, cactus, plantas xerófilas y manchas de nieve.

Una oportuna sesión de masajes en el spa del hotel Termas Cacheuta predispone de la mejor manera el cuerpo y el espíritu antes de afrontar los numerosos desafíos -siempre cambiantes e imprevisibles- que propondrá la montaña.

La ruta 7 se despega de la legendaria traza de la ruta 40 y tuerce su rumbo hacia el oeste. De a poco, en el horizonte se instala el Valle de Potrerillos y se multiplican las ventanas que permiten otear el paisaje sobrecogedor, decorado por extrañas formaciones naturales, un imponente dique y su lago y el furioso torrente del río Mendoza, que baja del Cordón de Plata como una estilizada cola. Por si hiciera falta para conmover a los turistas -que interrumpen su decidida marcha en dirección a las cumbres más prominentes-, una bandada de cóndores se balancea sobre el vacío que deja a sus pies la Cordillera Frontal.

El arcilloso cerro Cocodrilo, tapizado de hierbas aromáticas, se enfrenta con las líneas curvas que traza un grupo de adeptos al trekking sobre la Quebrada del Salto. El río Blanco se desliza entre rugidos hasta su desembocadura. Más cerca, en medio de las sencillas casas que dan forma a la villa turística, los artesanos de arcilla y madera de álamo abren sus talleres al atardecer y a través de sus delicadas máscaras de arcilla fluye la impronta de los originarios pobladores huarpes.

El pasado mendocino persiste al retomar el rumbo hacia el oeste y cobra una dimensión más trascendente bajo el arco del puente Picheuta. Aunque el precario estado actual del cruce de piedra se esfuerce por desmentirlo, se sabe con certeza que por aquí cruzó en 1817 un grupo de las tropas sanmartinianas, ya embarcadas en la gesta libertadora que aunó Argentina, Chile y Perú.

A 23 kilómetros del hito histórico, Uspallata recupera el saludable semblante que ostenta el espacio público en la ciudad de Mendoza: alamedas y acequias alineadas junto a calles amplias, en medio de un valle próspero, reverdecido por las aguas heladas que tributan el río Mendoza y los arroyos San Alberto y Uspallata.

Favorecidos por ese marco privilegiado, los atractivos se disparan hacia los cuatro puntos cardinales. Asoman petroglifos de ocho siglos de antigüedad -legados por la cultura huarpe en el cerro Tunduqueral-, reposan araucarias petrificadas en el Bosque de Darwin y, a pasos del centro, se ocultan bóvedas de barro de fines del siglo XVIII, tan preciadas como el tesoro minero de Paramillo.

El techo del ícono mayor del Parque Provincial Aconcagua -resguardo de la montaña más alta del continente- es la meta que se proponen experimentados escaladores de todo el mundo. Sus audaces travesías se llevan a cabo entre noviembre y marzo, cuando se descorre la nieve, que por estos días es un manto de 2 m de espesor. De todas maneras, algunos aventureros buscan la cima en invierno siguiendo la Ruta de los Polacos desde el campamento Plaza de Mulas. Mientras tanto, la actividad deportiva invernal se intensifica en el centro de esquí Los Penitentes y los parques de nieve Los Puquios y Vallecitos.

El cerro Aconcagua en primerísimo plano se puede admirar desde el sendero de 2 km que despega del Centro de Visitantes y alcanza la orilla de la Laguna de Horcones.

El camino asciende levemente sobre una morena (pequeña colina), se reacomoda con una curva hacia la izquierda y reposa en un mirador. Enfrente, la pared Sur del Aconcagua exhibe toda la blancura que le otorgan los serack (glaciares colgantes), suspendidos desde la cima, una suerte de punta de flecha clavada en el plano turquesa del cielo sin nubes. A los costados, las siluetas oscuras de los cerros Almacenes, Mirador y Catedral cortejan a la figura principal.

La silueta del Aconcagua se borronea en el espejo, pero conviene mantener máxima atención en el trayecto de la ruta 7 hacia el paso internacional de Las Cuevas. Habituada a los embates del viento y las nevadas, una enorme grieta tajea la ladera rocosa y deja asomar el Puente del Inca. Esa certera estocada a la Cordillera fue asestada hace 15 millones de años, cuando un cerro se derrumbó y recubrió el lecho del río Las Cuevas. La erosión del agua delineó el techo natural, hoy acariciado desde abajo por chorros de agua sulfurosa y salitrosa, que resalta la piedra con tonalidades de amarillo, ocre y anaranjado. Alrededor, los picos andinos, erguidos de cara al sol, libran una lucha titánica para atenuar el poder del viento. Sólo ellos pueden hacerlo.

Esperamos que este relato haya despertado tu interés por recorrer el circuito de Alta Montaña, comunícate con nosotros, somos especialistas en transitar la cordillera…

Fuente: Clarin, Cristian Sirouyan