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Una bodega de Godoy Cruz: testimonio arquitectónico

Caro adquirió en 2003 una parte del edificio de Escorihuela Gascón y la restauraron. Por esta tarea ganaron el oro en importante concurso.

Una sencilla puerta doble de hierro, antigua, permite ingresar a la nave principal de Bodegas Caro. El interior, de ladrillo visto, con techos altos y pisos de madera, alberga un espacio de degustación que emula un bistró parisino. La puesta en valor del edificio de fines del siglo XIX permitió convertir un depósito en desuso en una sala para recibir visitantes y un salón para eventos corporativos.

Cuando nació Bodegas Caro, de la sociedad entre el barón francés Eric de Rothschild (Lafite) y la familia Catena, compraron una fracción de la Bodega Escorihuela Gascón, ubicada en Godoy Cruz. De hecho, ambas comparten algunos espacios, aunque la producción está diferenciada. De este modo, el edificio, que fue construido entre 1884 y 1895, conserva su uso original.

 

El arquitecto Ricardo Zumel, uno de los encargados de la restauración, resalta que es el único inmueble construido para la industria vitivinícola, ubicado en el casco urbano del departamento, que sigue funcionando para lo que fue pensado. Esto, a diferencia de lo que ocurrió con las bodegas Tomba (convertida en un hipermercado) y Arizu (abandonada). 

 

También destacó que es un testimonio casi intacto de las edificaciones industriales que se empezaron a levantar luego del terremoto de 1861. En la mayoría de los casos, explicó, eran obra de constructores italianos que remplazaron el adobe y la quincha por ladrillos. La bodega comparte, con otros edificios de industrias de esa época, las líneas que recuerdan a los templos renacentistas del norte de Italia, con los óculos (pequeñas ventanas circulares), las grandes alturas y los arcos ciegos de medio punto.

Zumel planteó que, sin embargo, el inmueble incorpora algunas innovaciones, como la utilización del hierro en las bovedillas del cielorraso y el uso de chapa de zinc en el techo, en remplazo de la caña y el barro, que no sólo eran pesados en caso de un sismo sino que solían tener filtraciones.

Al momento de adquirir parte de la Bodega Escorihuela Gascón, en 2003, se encontraron con una construcción en muy buen estado de conservación. Pese a eso, como se trata de un edificio de más de 120 años, el mismo equipo que restauró la escuela Mitre realizó un refuerzo estructural, que no se aprecia a simple vista.

Tampoco había sufrido modificaciones sustanciales en el tiempo. Únicamente los ladrillos habían sido cubiertos con revoque en la fachada que da a calle Alvear y las naves habían sido conectadas, cuando originalmente cada una daba a un patio, sin vinculación entre ellas.

 

 

 

Volver a funcionar

Lo primero que emprendieron fue la recuperación de los espacios para la producción. De esta tarea se encargó otro arquitecto, Román Maldonado.

Se puso en funcionamiento la bodega, se armaron las oficinas, se creó un laboratorio y se abrió un nuevo ingreso por calle Belgrano.

 

A mediados de 2013 empezaron con el proyecto de crear un sector para recibir a visitantes y albergar eventos corporativos. Esta restauración les valió el premio de oro en la categoría “Arquitectura, parques y jardines” de los Best of Mendoza’s Wine Tourism 2018. 

 

El sitio elegido fue un depósito en desuso. “Como uno de los socios es francés, buscamos traer un pedacito de Francia”, detalla Eugenia Sánchez, responsable de Hospitalidad de Bodegas Caro. Así, el espacio asemeja un bistró parisino, con pequeñas mesas de mármol, sillas tapizadas de rojo oscuro, espejos y una imponente barra y vitrinas hechas con maderas recicladas de vasijas del siglo XIX.

Si bien se tuvo mucho respeto por lo preexistente, la escalera que conducía a las cavas es muy angosta y de escalones altos, por lo que se sumó otra, metálica y de caracol, estilo industrial, que permite acceder a las amplias naves de techo abovedado, ladrillo visto y piedra. Allí descansan las barricas en las que se guarda el vino de las tres etiquetas que hoy elabora la bodega.

También se sumó, a pedido del barón de Rothschild, un ingreso adicional que da a la plazoleta. Ricardo Zumel reconoce que le costó seguir esa indicación, pero después llegó a pensar, por el diseño de la fachada, que tal vez estaba previsto. En el espacio verde están trabajando, en conjunto con la Municipalidad de Godoy Cruz, en una propuesta de puesta en valor, para dar más vida al lugar y plantear nuevos usos.

 

Visitas nocturnas y ciclo de tango

Eugenia Sánchez, responsable de Hospitalidad de Bodegas Caro, detalla que las visitas se realizan todos los días, inclusive sábados, domingos y feriados, y que no sólo tienen horarios diurnos sino también dos a última hora de la tarde. Para participar es necesario reservar con anticipación.

 

Asimismo, la sala de visitantes y degustaciones se convierte, todos los jueves a la noche, en el escenario de un ciclo de tango.

 

La propuesta, pensada tanto para mendocinos como turistas, cerró su ciclo 2017 hace unos días, pero comenzará el 2018 en febrero. Se trata de un show íntimo, con un par de músicos y una pareja de baile, en el que los asistentes son invitados a dar unos pasos.

 

Fuente:Guarda 14