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Valle de Uco: en busca de la felicidad (parte 1)

Cuando comienza el tiempo de Vendimia, un recorrido por bodegas y restaurantes gourmet de una de las principales zonas vitivinícolas de la Argentina. Además, actividades al aire libre al pie del imponente Cordón del Plata. 

Capítulo 1: 5.50 am. Cima del cerro Manzano, Mendoza. 2.143 msnm. El frío empieza a despertarnos luego de habernos levantado a las 4.30 para hacer esta excursión con Nino Masi, quien nos buscó por el hotel y nos llevó ladera arriba por la ruta 92, que se interna en la montaña pasando el Manzano Histórico. Dejamos la camioneta y subimos a los caballos que tenía preparados David Guiñazú: Oscuro, Castaño y Gateado. Y subimos -bueno, lo hicieron ellos- un camino sinuoso y áspero en la oscuridad hasta la enorme cruz de hierro que corona la cima del cerro, con el cielo recién empezando a “anaranjear” y todo el Valle de Uco, inmenso, inabarcable, a nuestros pies. Un amanecer de esos que no se ven todos los días, con los silencios necesarios para contemplar pero también una charla amena con los datos del lugar mezclados con unos mates que calientan el cuerpo y cuentos… como el de la felicidad.

“Resulta que se juntaron los dioses que habían creado a los hombres, y como los habían hecho a su imagen y semejanza, temieron que se creyeran nuevos dioses, así que pensaron en quitarles algo, y se decidieron por la felicidad. Empezaron a debatir sobre qué hacer con ella, dónde esconderla para que los hombres nunca la encontraran. Entonces uno propuso esconderla en el fondo del mar. Pero otro le respondió que no, que a los hombres se los dotó de inteligencia, por lo que algún día construirían una máquina para llegar al fondo del mar y la encontrarían…” (continuará).

Experiencia extrasensorial

Filas y filas de viñedos y, como telón de fondo, la presencia imponente de la Cordillera de los Andes. La belleza del Valle de Uco impacta de lleno en los sentidos. Se siente en el cuerpo, dan ganas de hablar poco, de contemplar, como si en medio de semejante paisaje se pudiera aprender. Esa belleza majestuosa es el primer contacto sobre todo para quien llega por primera vez, y el cambio, la evolución, para aquel que vino hace algunos años y cree que todo está más o menos igual por aquí.

No: el cambio que vivió este valle encantado en los últimos 12 o 15 años es verdaderamente impresionante.

Poco más de una década atrás, el Valle de Uco era una especie de gran desierto con algunas plantaciones de manzanas y cerezas, y aunque el Cordón del Plata siempre estuvo ahí, ni por asomo era el destino turístico top que es hoy.

El impactante paisaje de un valle donde la vitivinicultura encontró una nueva dimensión. No es un secreto que Mendoza forma parte del selecto grupo de las 10 Capitales del Vino del mundo (junto con Rioja en España, Bordeaux en Francia, Verona en Italia y Napa Valley en Estados Unidos, entre otros sitios). Y dentro de la provincia, el Valle de Uco adquirió en los últimos tiempos un reconocimiento excepcional, con vinos que hoy están entre los más celebrados.

En toda la zona aparecieron, como si hubieran surgido de la tierra, bodegas súper modernas, con una arquitectura de vanguardia y vinos de alta gama, y de su mano llegaron los restaurantes gourmet -en los que la gastronomía adquiere otra dimensión, que casi podríamos llamar “extrasensorial”-, los cultivos orgánicos, los lodges de alto confort con vistas a las cumbres nevadas, alojamientos rurales, hoteles boutique, canchas de polo, campos de golf, excursiones para todos los gustos y la posibilidad de “hacer” de bodeguero por un rato, elaborando un vino propio.

Para ello, dicho sea de paso, hay distintos caminos: comprar viñedos, alquilarlos, o simplemente adquirir el derecho a hacer su vino, a su gusto y con su marca. Y no necesita aprender, sólo decirle al enólogo cómo le gusta: más joven, con más o menos madera, con más o menos cuerpo, mayor o menor acidez, etc. Una bodega lo fraccionará y embotellará, y usted podrá lucirse con un gran regalo entre sus amigos y conocidos. O, quién sabe, exportar a algún mercado exótico.

Y todo esto, a sólo 100 km de la ciudad de Mendoza, llegando por la ruta 40. Viniendo del norte, el cambio comienza apenas cruzando el río Mendoza, pasando Luján de Cuyo.

Porque a partir de allí no hay más precordillera, y uno se encuentra de frente con lo más espectacular de los Andes: el Cordón del Plata, con alturas promedio de entre 4.000 y 5.000 metros y nieves eternas en las cumbres. 

Allí arriba, en esas cimas blancas, nacen importantes cursos de agua, como los arroyos de las Mulas, El Salto, Vallecitos y el río Blanco, y en esta tierra sedienta, ese agua -estrictamente administrada- hizo posible el milagro y casi que reinventó la manera de hacer vinos, porque la vitivinicultura en el Valle de Uco alcanza niveles de detalle increíbles, imposibles siquiera de imaginar para un novato en la materia.

El paladar, agradecido. Por ejemplo, probablemente nunca se preguntó cómo hacer para “abrir las papilas gustativas”… Bueno, en el restaurante del hotel Casa de Uco, hipnotizados por la vista a la piscina, los viñedos y las montañas, nos enteramos de que esa es la finalidad del primer paso de este menú de tapas con que comenzamos la cena: crema de frutillas y pétalos de caléndula, maridado con un chardonnay -“fresco, sin madera”, explica Gerardo, segundo sommelier y barman del hotel- de Domaine Bousquet, una bodega que está aquí cerquita. Después vendrá una sopa fría de espárragos y arvejas, panes caseros y aceite de oliva que proviene de aceitunas de la finca propia. Para el segundo paso, vegetales de la huerta a la plancha, llega un rosado pinot gris de la bodega Piedra Negra, y enseguida un blanco semillón de bodega Vistalba, que acompaña un pollo a la plancha con puerros y crema.

Y falta: el cuarto paso es un lomo saltado acompañado de un malbec propio -Casa de Uco- cosecha 2013 -“80% en barricas de segundo y tercer uso y 20% en las de primer uso”-; luego un “prepostre” (granita de sandía con laurel y menta), y para finalizar, el quinto paso (¿será el último?), que consiste en coulis de frutilla, brownie sin harina, mousse de vainilla, reducción de naranja y chocolate. Pero claro, nunca solo; sí con un malbec dulce de Domaine Bousquet.

Las rutas del sabor

Capítulo 2: 6.22 am de un amanecer frío. El sol apenas asoma sobre el horizonte, una bola anaranjada allá lejos, al final de la planicie.

“Entonces los dioses siguieron deliberando hasta que otro propuso esconder la felicidad en el corazón de los Andes, para que fuera casi imposible encontrarla. Pero otro contestó que no, que a los hombres se los dotó de curiosidad, así que algún día explorarían las montañas y la encontrarían…” (continuará)

En todo el Valle, desde las tierras bajas de la ruta 40 hasta las alturas del Manzano Histórico, desde Tupungato al norte hasta San Carlos al sur, pasando por Tunuyán, Vista Flores, Colonia Las Rosas, La Consulta o Los Sauces, entre otras localidades, se multiplican las hileras de viñedos y olivares. 

Los turistas suelen llegar con su auto, y los recorridos se estructuran en torno a cuatro rutas principales: la mítica ruta 40, por la que se llega desde Mendoza, y las 89, 92 y 94, que abarcan buena parte de la región. A ellas se suman carriles y calles locales. Pero las bodegas de esta ruta del vino también se pueden visitar en bici, en taxi, en colectivo o en el Bus Vitivinícola, un servicio hop on-hop off que los domingos llega desde Mendoza con tres paradas, en las bodegas Monteviejo -del Clos de los Siete-, Andeluna y Salentein.

Por la ruta 89 llegamos este mediodía al restaurante Gaia, de la bodega Domaine Bousquet, que se promociona como “el productor de vinos orgánicos más premiado del mundo”. Es difícil sacar la vista de los ventanales por los que se cuelan las montañas, pero también los platos tientan a los ojos. Elegimos el menú de cuatro pasos, porque seis parece demasiado para un mediodía de calor. Sorprende la entrada, con la deliciosa ensalada Gaia, con rúcula, lechuga morada, naranja, queso, almendras, tomates confitados y pimienta de jamaica. No le detallo todo el menú porque sería largo, pero todos los platos van en ese tono. ¿Los vinos? Primero un torrontés/chardonnay, luego un pinot noir, más tarde un malbec Gran Reserva, y para terminar, un malbec dulce. ¡Salud!

Del manzano al bloody mary

Casi aquí al lado, sobre la misma ruta, está la bodega Salentein, famosa porque fue una de las pioneras en el turismo vitivinícola de la zona al abrir su complejo Killka, que incluye restaurante, un extraordinario museo de arte en medio de las viñas y un capilla al estilo tradicional andino, donde se pueden celebrar misas y casamientos. Un poco más apartada está la Posada, con habitaciones en medio de la más absoluta tranquilidad.

Una buena forma de recorrer bodegas y viñedos es en bicicleta. (párrafo destacado)

Si fuéramos gigantes y diéramos un salto grande, de unos 170 km, caeríamos justo en Santiago de Chile, al otro lado de estas montañas. Pero ahora preferimos un paseo de este lado y salimos del hotel en una camioneta cargada con bicis para hacer 9 km colina arriba, hasta la reserva natural, cultural y de paisaje Manzano Histórico. El manzano original, debajo del cual se dice que descansó San Martín en su regreso de la campaña de Chile, ya no está, pero sí un gran monumento que recuerda su paso por esta tierra, en 1823. En 2012, esta reserva natural se amplió para proteger una extensa área entre el volcán Tupungato y la hermosa laguna del Diamante, unos 50 km más al sur en línea recta (160 por ruta).

El Monumento del Manzano Histórico recuerda el paso del Gral. San Martín en su regreso de la campaña de Chile. 

Bajar es fácil: más que por pedalear, hay que preocuparse por ir frenando, para no agarrar una velocidad de vértigo. Es que de aquí hasta la zona baja del Valle, donde está Tunuyán, son 38 km de bajada y bajada. En apenas un ratito llegamos al hotel para una clase de arquería: Martín me enseña a tomar el arco, inspirar, retener el aire y soltar la flecha antes de que el brazo comience a temblar y se pierda la poca puntería lograda. Zen.

Y terminamos justo a tiempo para que Gerardo nos dé una clase de coctelería en el bar del primer piso, cuya carta fue ideada por el famoso Tato Giovannoni. ¿Qué elegimos? Un gin tonic especial, con pulpa de tuna, una versión muy particular del bloody mary y un trago que lleva jugo de sandía, pinot gris, apperol y espumante extra brut. Nuevamente, ¡salud!…y la seguimos la semana que viene….

Los Caminos del Vino en el Valle de Uco son nuestra especialidad, tenemos menues para todos lo gustos, consultanos ahora…aprovechá la época de Vendimia!

Fuente: Clarín Viajes, por Pablo Bizón