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Fin de semana de Bodegas en Mendoza

Un plan detallado para pasar un fin de semana en Mendoza para conocer sus famosas bodegas.

Era un viaje relámpago por eso armamos el plan de manera muy detallada. Teníamos menos de 48 horas en Mendoza, había que planificar bien para poder aprovechar el tiempo al máximo!

Programamos el GPS para la zona de Luján de Cuyo, más precisamente en la localidad de Agrelo, y hacia allá fuimos. Casi 20 kms después llegamos a nuestra primera parada: la Finca Decero. Desde que cruzamos la tranquera del ingreso, donde un guardia nos pidió nuestros datos, empezamos a apreciar el nivel de perfección hasta en los últimos detalles de esta bodega.

 

Estacionamos y nos impresionó la construcción muy clásica con el fondo decorado por los Andes. El viñedo parece terminar en el horizonte donde se une con estas bestiales montañas que nos dividen con Chile. 

 

Nos recibió una chica mendocina súper amable, y empezamos con el tour por las instalaciones. Sara prefirió inglés, así que el tour fue en inglés. Cuando nos contó que el dueño era suizo, y que, como su nombre lo dice, hicieron todo “de cero”, entendimos porqué todo se veía tan perfecto: era la filosofía y cultura suiza en cada detalle.

Nos explicaron todo el proceso de la uva, desde el viñedo, hasta la venta de la botella de vino, muy interesante. Sobre todo para mí, que normalmente no tomo alcohol, y menos vino. Pero obviamente, que estando en uno de los 3 lugares más famosos del mundo por sus vinos (junto con Napa Valley en California y varias zonas de Francia), tenía que probar todos los que me ofrecieran, además de que los estaba pagando.

 

Terminamos el tour y fuimos al restaurant, ya que habíamos reservado una mesa para almorzar ahí mismo. Un lujo. El lugar era muy lindo, pero lo mejor de todo fue que nos sentamos en una mesa, uno al lado del otro, con una vista increíble a través de un enorme ventanal. Viñedos interminables, y de fondo las montañas.

 

La comida excelente y degustamos 3 vinos distintos. A Sara le gustó más el malbec, a mí el Cabernet Sauvignon.

Comimos, sacamos unas fotos, y seguimos viaje hacia la siguiente bodega: Dominio del Plata. También en Agrelo. Nos recibió otra mendocina muy simpática. Cuando estábamos por empezar el tour, esta vez en español, una familia pidió sumarse. Ellos acababan de terminar de comer en el restaurant de esa bodega y les faltaba el tour. Aceptamos que se sumaran y empezamos.

 

Dominio del Plata es de una argentina de nombre Susana Balbo, le dicen “la primera dama del vino”. La bodega, al igual que Decero, exporta practicamente toda su producción, y es por eso que no son tan conocidas para el consumidor argentino común.

Algo que fue muy gracioso, fue que Sara conocía uno de los vinos, porque lo vendían en un restaurant en su pueblo en Estados Unidos, y yo no lo había escuchado nunca. Claramente era una bodega de exportación, menos del 5% de la producción era distribuida en Argentina.

Terminamos todo y volvimos para la ciudad de Mendoza. Antes de ir al hostel, pasamos por un restaurant en el que queríamos ir a comer. Preguntamos cómo funcionaba e hicimos una reserva para el primer turno de la cena. No era muy grande, pero se lo veía muy bueno y exclusivo.

Fuimos al hostel a hacer el check in y dejar nuestras cosas. Habíamos reservado la más barata, la de 6 personas mixta. Ibamos a estar sólo una noche, nuestro objetivo era recorrer bodegas, así que ahorramos lo más que pudimos en el resto de las cosas.

 

Fuimos hasta el Parque San Martín y dimos varias vueltas. Quedé impresionado por la cantidad de árboles que había, pero no sólo en el parque, sino a lo largo de la mayoría de las calles céntricas de la ciudad. Debe ser increíble en otoño, cuando todos están con hojas amarillas, naranjas y rojas, cayéndose.

 

Estuvimos ahí un rato, y después fuimos hasta la Plaza Independencia, la principal de la ciudad. Dimos unas vueltas, vimos todos los puestos de artesanías varias veces, caminamos las tres cuadras del Paseo Peatonal Sarmiento, hasta que se hizo la hora de nuestra reserva para ir a comer.

Llegamos al restaurant y no había nadie. Nos sentamos, no tomamos vino (ya habíamos probado 6 distintos ese día, y nos esperaban más al día siguiente), pero sí comimos riquísimo. Después de una hora, el lugar se llenó. La mayoría brasileros. En plena crisis de Brasil, Mendoza estaba llena de brasileros de vacaciones.

Terminamos el postre y nos fuimos a dormir, estábamos agotados.

Había sido un largo día y nos esperaba otro día bastante movido, pero por la zona del Valle de Uco.

Nos levantamos bien temprano, a las 7 am (era domingo), y cuando nos estábamos por ir, nos hicieron acordar del desayuno, un golazo! Entregamos las sábanas y la llave, y partimos.

Después de aproximadamente unos 100 kms llegamos a nuestra primer parada, la Bodega Salentein.

 

La bodega Salentein es una de las más famosas de Mendoza, y cuando llegamos ahí nos dimos cuenta porqué. Se notaba la diferencia con las que habíamos visitado el día anterior. En el caso de Salentein, se había pensado en el turismo desde el inicio. La experiencia es más completa. Además del restaurant, que hoy en día casi todas tienen; hay posibilidades de alojarse en un hotel, y también de visitar una galería de arte que une obras del país de origen del fundador (Holanda) y del país donde está ubicado el viñedo (Argentina).

Llegamos bastante temprano, por lo que tuvimos que esperar un rato, porque el tour era grupal. Aprovechamos para recorrer un poco el lugar, vimos toda la tienda de regalos (había algunos posters muy interesantes), y algunas obras de arte.

El tour empezó con una proyección de un video en una sala junto con otras 15, 20 personas. Desde el inicio, se notaba que todo era mucho más mainstream, mucho más comercial. Caminamos por el medio de los viñedos hasta llegar a la bodega en sí misma. Todo con una guía, ya más profesional, pero menos cálida que las del día anterior.

De nuevo vimos todo el proceso del vino, de punta a punta, pero lo que más me impresionó, y lo que más me gustó, fue cuando bajamos a la cava.

 

Primero me impresionó el tamaño: era enorme. Después que todo el piso era de piedra, y que en el medio había un círculo (con una rosa de los vientos hecha con piedras de color rojo) donde sólo había un piano de cola marrón. Alrededor de escalones circulares, barriles y barriles de roble francés.

 

La guía no sabía tocar el piano (debería aprender para llevar la experiencia a otro nivel), pero justo una de las personas que estaba haciendo el tour sí sabía y toco una melodía. Fue un lujo!

Finalmente, pasamos a la sala de degustación donde probamos 3 vinos que no eran ni cerca de los mejores. La experiencia es increíble, la cava es imponente, pero los vinos que se degustan no son tan buenos. Ellos a los buenos, los venden.

 

Volvimos al auto y fuimos hasta la última bodega que íbamos a visitar ese fin de semana: Domaine Bousquet.

Jean Bousquet (francés), su fundador, continuó con la tradición vitivinícola familiar, pero en Argentina, junto con sus hijos que también trabajan en la empresa. La particularidad de esta bodega es que produce vinos orgánicos.

Llegamos un poco más temprano, y a lo lejos vimos a parte del grupo de gente que había visitado Salentein con nosotros, haciendo un tour grupal. Después nos dimos cuenta que ellos estaban en un grupo grande que había venido en una camioneta desde Mendoza con una agencia. Como nosotros habíamos alquilado un auto, teníamos mucho más flexibilidad.

La reserva era para comer primero, y el tour después; pero como llegamos como 30 minutos antes, nos propusieron hacer el recorrido primero, y aceptamos felices. Un chico muy amable, y que se notaba que no era un simple guía turístico, sino que sabía muchísimo de todo el proceso de producción del vino, nos explicó todo en detalle.

Fue el único que nos explicó muchos datos de los viñedos, el resto se enfocó en la parte posterior a la cosecha de la uva. Como eramos sólo nosotros 2 con él, le pudimos hacer muchas preguntas (aprovechando que sabía todo), y varias fuera de la información que da un tour normal, y que ya habíamos escuchado 3 veces en menos de 48 hs.

Inclusive, después de recorrer la zona de añejamiento del vino, y de ver la misma máquina que tienen o alquilan todos, para limpiar las botellas, llenarlas, y etiquetarlas; pudimos ver las distintas etiquetas para un mismo vino, según las exigencias legales y las diferencias culturales de cada país o región. Ejemplo: en el mundo los vinos orgánicos llevan un sello de distinción que los hace más atractivos, en Argentina un vino orgánico es “mal visto” y por eso no se hace gala de que sea orgánico.

 

Qué hace a un vino orgánico? La principal diferencia es que los viñedos no son tratados con agroquímicos. Esto hace que produzcan menos, pero son más naturales.

 

Después del tour, que iniciamos degustando un vino suave, fuimos a comer al restaurant. Mucho más sencillo que el del día anterior, pero con excelente comida también. Elegimos el menú de 6 pasos, que venía con una degustación de 1 vino por cada plato. El almuerzo fue increíble. 2 entradas, 2 platos principales, 2 postres, con 6 vinos distintos, fue una montaña rusa de sabores, un espectáculo!

Alrededor de las 3 de la tarde ya habíamos completado nuestro recorrido por las 4 bodegas que habíamos planeado visitar. Volvimos a Mendoza a hacer tiempo. Nos tomamos un café en un bar de la peatonal hasta que se hizo la hora de llevar a Sara y despedirla en la terminal de colectivos.

Se fue Sarita, y yo fui a devolver el auto al aeropuerto y a tomar mi avión para volver a Córdoba. Fue un fin de semana agitado, muy movido. En 38 horas fui y volví a Mendoza, y en el medio visité 4 bodegas, 1 parque, 2 plazas, 1 peatonal, 1 restaurant, dormí en 1 hostel, probé 16 vinos y me gasté una fortuna.

Gasté en 2 días, lo mismo que normalmente gasto en un mes. Pero valió la pena totalmente. Por ahí si al viaje lo hubiera planeado yo, hubiera sido mucho más austero, pero las experiencias hubieran sido otras. Ni mejores, ni peores, simplemente distintas. Y de vez en cuando, no está mal darse unos gustos y disfrutar de ser turista!

 

Dicen que: Viajar es lo único que compras y que te enriquece más. Yo ni siquiera le llamaría un gasto, para mí es una inversión. Y no hay mejor inversión, que la hecha en experiencias!! 

 

Fuente: Blog “Viajando con Fran”