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Malargüe es pura aventura

Aventura en Malargüe

En la ciudad mendocina está el mayor parque volcánico del mundo. Unn recorrido al interior del Malacara. Para los amantes del esquí está Las Leñas. Y todo acompañado por una muy buena gastronomía. 

La famosa ruta 40 tiene a lo largo de sus 5.300 kilómetros paradas obligadas, y Malargüe es una ellas. Conocida como la “capital del turismo aventura”, esta ciudad de Mendoza nos da la bienvenida en épocas de fríos con sus tonos blancos por la nieve en mezcla con el ocre de las montañas. Entre cerros, ríos, lagunas, volcanes, la naturaleza nos abraza y desafía, a todas las edades, a enfrentarla a través de alguna de las tantas excursiones.

Con idas y vueltas a lo largo de la rica historia, una ley provincial de 1950 restableció el departamento de Malargüe, aunque con el nombre de General Perón. Fue cinco años más tarde cuando volvió a su nombre original y actual. Ubicado en el extremo sur oeste de la provincia de Mendoza, posee la mayor superficie de los dieciocho departamentos que la componen y limita al oeste con Chile. Malargüe, cuyo vocablo mapuche significa lugar de bardas rocosas o lugar de corrales naturales, cuenta con unos 28 mil habitantes y la población más joven de la provincia, y respira ese aire pueblerino que cautiva al viajero.

A unos 200 km de la ciudad, se encuentra Payunia, la reserva más grande de la provincia de Mendoza y que está en la lista para ser declarada patrimonio de la humanidad. El mayor parque volcánico del mundo cuenta con unos 800 conos en 450 mil hectáreas, además de arenales negros, ríos de lava y una laguna salada que es estación de aves migratorias, a 2.200 metros de altura. Su nombre deriva de la voz pehuenche “Payen” que refiere al lugar donde hay mineral de cobre.

Los dos volcanes más altos son el Payún Liso y el Payún Matru, de los que deriva el nombre del lugar, con 3.838 metros y 3.715, respectivamente. La época de las erupciones volcánicas en La Payunia se acabó hace milenios y sus conos están apagados, aunque quedan las huellas de las explosiones. La característica que lo convierte en el parque volcánico de mayor densidad del mundo es la presencia, en promedio, de 10,6 conos cada 100 kilómetros cuadrados. El Parque Volcánico La Payunia tiene accesos por la ruta 40, en el sur, en el sector llamado La Pasarela, sobre el río Grande y cerca del límite con Neuquén; por el este, por la 186, que conduce a Llancanelo; y por el norte, por la ruta provincial 181, que también lleva al volcán Malacara, otro atractivo natural en el que hay que detenerse.

Para recorrer el Malacara, que toma su nombre por el parecido con la cara manchada de los caballos malacara, hay que transitar 42 km desde la ciudad, rumbo a la laguna Llancanelo, otro imperdible de la zona. Este volcán de 1876 metros sobre el nivel del mar, tiene una gran ventaja sobre la mayoría del planeta: se puede visitar por dentro. Desde el Paraje La Batra se sale a pié rumbo a esta imponente formación de origen hidromagmático, es decir, que surgió de una erupción en contacto con el agua. Gracias a esto, se formaron cárcavas (cavidades que forman pasadizos, cuevas y chimeneas) de más de 30 metros de alto y a la que los turistas llegan en el recorrido que dura unas tres horas. Allí, los pasadizos, cráteres, cuevas, chimeneas y aspecto conforman las huellas del estallido. Y uno puede palpitarlo desde adentro.

Luego de transitar dos de las tres cárcavas a las que se puede llegar, se regresa por los pasadizos creados por la misma erosión y se sube al mirador de La Cresta del volcán, desde donde se observa la panorámica de la Laguna de Llancanelo y algunos volcanes más. Aunque también sorprende a lo lejos  la Antena de la Estación Espacial Europea para el estudio del espacio profundo. Desde allí se toman postales increíbles, a la vez que se tiene contacto con la flora del lugar. Una de ellas es la colliguaja odorifera, llamada comúnmente colliguay, un arbusto que usaban los pueblos originarios para la caza. La pasaban por la punta de la flecha y al ser coagulante no permitía curar la herida del animal.

Rumbo a la nieve

El camino a Las Leñas tiene un asfalto poco cuidado, pero revierte esto con los paisajes nevados y con algunos destinos que nos obligan a hacer una parada. Una de ellos es la Laguna de la Niña Encantada, un lugar ideal para el descanso desde donde se puede contemplar todo el valle y caminar por la pequeña costa. Alimentada por ríos subterráneos que le brindan un agua extraordinariamente cristalina, el marco de la laguna son rocas volcánicas que al reflejo con el agua dan curiosas formaciones que han creado a través de los años leyendas e historias. “Es como un anfiteatro. Es una laguna rodeada de restos de lava volcánica, tiene 16 mil años de antigüedad y unos 16 metros de profundidad”, cuenta Guillermo, quien recibe a los turistas en este sitio mágico. Y de manera apasionada, relata la leyenda que le da nombre al lugar. Según este antiguo relato, en la zona había dos tribus, una de ellas, los pehuenches, brava y aguerrida. El cacique de la otra, para evitar una guerra, siguió el consejo de una bruja que le indicaba que su hija llamada Elcha se case con el hijo del cacique rival. Sin embargo, ella al enterarse escapó con su amor de siempre. Al llegar hasta el precipicio y como eran perseguidos, no dudaron en tirarse al agua. Mientras que a la bruja le cayó un rayo y quedó petrificada en el lugar, el resto de los perseguidores vieron reflejada en la superficie del agua la imagen de Elcha, que en lengua indígena significa espejo.
La siguiente parada es Los Molles, con su hotel termal para hacer baños en piletas sulfurosas y  ferrosas. Las bondades del agua para la salud y combatir el estrés, también sirven para sacarse el frío de la nieve. Además es el lugar ideal para alquilar equipos y ropa para esquiar. En el local Fuera de Pista, Germán ofrece ropa de nieve, equipos de esquí y snowboard, cadenas para las ruedas y hasta un aerosol que aplica una película sobre el neumático para aumentar la adherencia.

Antes de llegar a Las Leñas, un pequeño desvío de metros nos deposita en el Pozo de las Ánimas, una sorprendente formación geológica. Son dos grandes depresiones llamadas dolinas, que fueron erosionadas por ríos subterráneos dando originen a dos espejos de agua verde-turquesa en el fondo. El viento permanente que sopla en el lugar es la causa del silbido que, según la leyenda, corresponde a las voces de almas en pena (los indígenas llamaban a este sugestivo lugar “Trolope-Co”, o “agua del gritadero de las ánimas”).

Finalmente, tras recorrer 75 kilómetros se arriba al complejo turístico del Valle de Las Leñas, una de las cinco mecas del esquí fuera de pista, ubicado en el corazón de la cordillera de Los Andes. Su base se encuentra ubicada a 2.240 metros de altura sobre el nivel del mar y su cumbre a 3.430 metros. Posee trece medios de elevación con acceso para disfrutar de las 30 pistas clasificadas en principiantes, intermedios, avanzados y expertos, con una capacidad aproximada de transporte que alcanza a 12.100 esquiadores por hora. Entre sus pistas, cuya longitud máxima es de 7.050 metros, sobresale la que es considerada como una de las más largas del mundo, con 5 kilómetros de recorrido fácil. Además, se destacan los 15 kilómetros de pistas intermedias, un descenso ininterrumpido de 7 kilómetros. Y para los que no se animan al esquí, el lugar cuenta con el Parque Aventura donde está una tirolesa de 60 mts de longitud, puentes colgantes, pista de snow-tubing (gomones inflables con manijas para recorrer una pista de 100 metros), excursiones en raquetas de nieve y mucho más. Y a esto se suma una exquisita gastronomía en el Parador Eros, donde los ñoquis y el bife de chorizo son muy tentadores.

Sabores variados

Con unas 500 mil cabezas caprinas, Malargüe es uno de los mayores productores de chivitos del país. Por esa razón, cada verano realiza la Fiesta Nacional del Chivo, donde no sólo se disfruta de la comida y la música popular, sino que todo es acompañado por un Malbec de la zona. Dos buenos lugares para disfrutar esto (y otros platos) son el restaurante La Cima, sobre la ruta 40, y el Hotel de Turismo, en la principal avenida San Martín.

Además, esta ciudad que produce papa semilla, ajo y el 53 por ciento del petróleo de la provincia, tiene una de las mayores exquisiteces de la región: la mejor trucha al horno. Junto al dique Blas Brisoli, el establecimiento Cuyam-Co (agua que nace en las piedras) se dedica a la cría de truchas arco iris en aguas de vertiente. Allí el turista no sólo podrá degustarlas, sino acampar y pasar un día recorriendo los ríos y arroyos de la zona. César Gatica, con la ayuda de sus padres, prepara sabrosísimas entradas como paté de trucha, trucha ahumada, empanaditas de trucha, tortilla de papá a la suiza y pan tomaco. Luego llega el turno de la trucha al horno, envuelta en papel de aluminio con manteca y papas,. La curiosidad, es que minutos antes fueron sacadas de los piletones, por lo que más fresca no puede ser. Finalmente, párrafo aparte para los postres. Recuperados del clásico libro de Manuela Gorriti, uno puede inclinarse por la ambrosía, una piña bogotana o bien el original brownie de chocolate con remolacha.

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Fuente: deviajevoy.com.ar, por Fernando Delaiti